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Tito López: "Yo me considero un nieto de la radio juvenil."

Writer's picture: German PosadaGerman Posada

Updated: Dec 29, 2024


Oscar Tito López. Foto: Portada revista 'Viernes'. Periódico El Colombiano. 30 de Marzo 2000.



Hace ocho años entrevisté a Oscar Tito López y así respondió a mi última pregunta de aquella conversación: 

 

Definitivamente ya usted se ganó un espacio de jerarquía en la historia radial de Colombia. ¿Cómo se siente por tan merecido lugar?

"Creo que mi mayor aporte, para bien o para mal, fue el de haber traído el concepto de los ‘Morning Shows’ a Colombia. Gracias a ello pude trabajar con grandes talentos y conocer excelentes personalidades en Medellín, Bogotá y el resto del país. También, y gracias a estos programas, les abrimos a las emisoras de FM la oportunidad de hacer otro tipo de espacios que no fueran musicales. Probablemente sin los ‘Morning Shows’ no hubieran salido formatos divertidos como ‘La Luciérnaga’ o programas hablados como ‘Viva FM’. Suena pretencioso, pero estoy seguro de que sus realizadores muy seguramente tuvieron en cuenta el éxito de ‘El Zoológico de la Mañana’ y ‘La Locomotora’. Si eso lo consideran importante, pues viviré muy agradecido."

 

Y justamente el objetivo de esta charla radica en explorar un poco más a profundidad como se dieron los factores para que Tito López se convirtiera en un referente trascendental en la aparición de los formatos de la radio musical juvenil en Colombia y todo lo que este fenómeno proporcionó para sumar un capítulo de jerarquía dentro de la evolución de nuestra radio.

 

Como es de esperarse, todo cambio genera opiniones a favor y en contra y esta transformación no pasó inadvertida, tanto así que, hasta el día de hoy, sigue generando diversas opiniones entre sus detractores y seguidores.

 

He aquí un balance -de lo que fue esta renovación radial en Colombia- con toda una autoridad en el tema como lo es Oscar Tito López.  

 

 

             

Por: Germán Posada

 


¿Cuántos años ejerciendo en el mundo de la radio?

Comencé a hacer radio en 1975 como una afición en mi casa, con una estación experimental de AM que construí junto a un amigo, basada en planos de un libro de Mecánica Popular.

Uno de los programas que grabé para esa pequeña emisora, que no abarcaba más de 3 cuadras a la redonda, lo llevé a la recién lanzada Emisora El Poblado de Medellín, gracias a la insistencia de mi mejor amigo, Donnie Miranda. Eso fue en agosto de ese año, es decir, hace casi 50 años.

 


¿Qué fue lo que exactamente lo motivó para querer hacer radio?

Yo creo que eso es algo que se lleva en la sangre. No encuentro otra explicación.

Supuestamente yo quería ser publicista, como mi hermano Iván Darío. También me encantaba cacharrear con los equipos de sonido, hacer conexiones, grabar, experimentar.

Recuerdo que mi hermano tenía un dúo llamado José & Darío y, al ver mi interés en los temas de audio, me llevaba a sus presentaciones dentro y fuera de Medellín para que les manejara el sonido de sus conciertos. 

Más que en radio, yo tenía inclinaciones hacia el manejo del sonido. Muchas veces me imaginé montando un estudio de grabación. Creo que lo hubiera hecho muy bien allí.

Sin embargo, ante la necesidad de conseguir un locutor en mi emisora experimental terminé hablando yo en nuestros programas, y al parecer eso gustó.

Sin darme cuenta, terminé trabajando en radio, sin saber que Gustavo López, un hermano de mi papá, había sido locutor de La Voz de Antioquia, y que Jan Musikka, un hermano de mi mamá construía y reparaba transmisores de radio.

Por lo tanto, creo que mi llegada a la radio es una suma de cosas, aunque pareciera que estaba predestinado para hacerla.

 


Algunos de sus hermanos fueron integrantes de la Agrupación Los Yetis. ¿Qué tanto influenció esto para su gusto con la música?

Yo creo que la primera influencia viene del apellido de mi mamá: Musikka. Eso quiere decir que ya traía la música en la sangre. 

Mis padres tenían muy buen gusto por la música. Escuchaban música de todo el mundo, en parte porque mi madre era de origen europeo.

Pero, indudablemente, la gran influencia vino de mis dos hermanos mayores, Juancho e Iván Darío, incluso desde antes de hacer parte de Los Yetis.

Juancho se convirtió en un fanático de Elvis Presley desde sus inicios, y siempre trató de copiar su pinta y su peinado. Incluso lo imitaba, haciendo fonomímica en varios shows locales.

Iván Darío aprendió a tocar guitarra desde muy joven. Lo hizo de oído, por su propia cuenta, y tenía muy buen gusto. Luego, al unirse con su vecino y mejor amigo, Norman Smith, para conformar Los Yetis y luego el dúo de Norman & Darío, comenzó a comprar muchos discos de rock de todo tipo, siempre con énfasis en las armonías vocales.

Yo me escabullía en su cuarto cuando no estaba para escuchar sus discos, lo que seguramente influyó muchísimo en mi gusto por el rock y la música en inglés.

Ahora, yo no podía vivir ajeno a lo que pasaba con mis amigos, familiares y compañeros de colegio, así que escuchaba todo lo que estaba de moda en mi adolescencia: baladas, porros, cumbias, vallenatos, algo de salsa y hasta canción protesta.

Pero luego conocí a Donnie Miranda, recién llegado él de Escocia, donde había estudiado su primaria y primeros años de bachillerato, y me contagió con su gusto por los éxitos en inglés de los años 70, tanto de Inglaterra como de Estados Unidos.

 


Algunos locutores que lo antecedieron a usted gozaron en su momento de popularidad por sus formatos de programas radiales juveniles. Algunos de ellos, por ejemplo, Gonzalo Ayala Naranjo, Alfonso Lizarazo, quizás, un Armando Plata Camacho, entre otros. ¿Sentía que podía mejorar lo que ellos hacían?

Primero, a todos ellos los admiraba mucho. Era fanático de sus programas y, especialmente de sus voces y su forma de presentar los contenidos.

Cuando empecé a hacer radio tenía claro que nunca podría tener una voz como la de ellos, por más que intentara imitarlos, pero sí tenía claro que había formas diferentes de presentar la música, de hablar, de anunciar una canción, y en eso sí sentía que lo hacía mejor.

Seguramente estaba equivocado, pero cuando a uno lo agarra la pasión por la radio y se mete en ella de lleno, cree que está haciendo las cosas mejor que todos los demás.

Hoy en día solo tengo palabras de admiración y respeto por ellos y por todos los locutores que escuché en mi infancia y adolescencia y que influyeron en mi estilo y mi trabajo de manera innegable.

En resumen, no creo que lo haya hecho mejor, pero sí siento que hice algo diferente y creé un estilo propio que, modestia aparte, también influenció a muchos locutores de mi época. Como lo habían hecho mis ídolos conmigo.



¿Qué nombres están en su lista como influenciadores claves en su carrera como animador y DJ en esta clase de formato de radio?

Otto Greiffenstein, Armando Plata, Alfonso Lizarazo, Marino Recio y muchos de los locutores de la radio juvenil de los años 60 e inicios de los 70.

También admiré y quise emular a locutores gringos como Cox on the Radio, Casey Kasem, Rick Dees, Joel Denver y Scott Shannon, entre otros, que tuvieron una gran influencia en mi estilo.

Obviamente Donnie Miranda me mostró muchos ejemplos de cómo hacían radio los DJ británicos, y debo mencionar a alguien que no tiene nada que ver con la radio, pero que en algún momento hizo sus pinitos en La Voz del Cine y lo hizo muy bien, y que me inspiró para hacer una locución más ágil y cadenciosa: Henry Balabán.

 


¿En dónde estima que dio su primer paso cómo hombre de radio?

Aunque tuve programas en varias emisoras y fui director de La Voz del Cine y Radio Disco ZH, realmente vine a tomar la radio en serio, a verme como “un hombre de radio” cuando llegué a Veracruz Estéreo.

Allí contaba, además de un grande como Donnie, con un gerente de mente abierta y de mucho conocimiento de mercadeo. Hablo de Alberto Vásquez, de quien aprendí a tomarme en serio el oficio.

Bajo su batuta comencé a aprender de investigación de mercados, de estrategias de programación y mercadeo, y me dio la magnífica oportunidad de pagar durante 6 meses mi estadía en Nueva York para estudiar la radio estadounidense y, más delante, de asistir a una convención de la Asociación Estadounidense de Radiodifusores, (NAB, por sus siglas en inglés)

Todo ese aprendizaje y experiencia hizo que, finalmente, me diera cuenta de que, en realidad, ya me había convertido en un “hombre de radio”.

 


¿Qué considera fue Veracruz Estéreo en su carrera en la radio, escuela, colegio, universidad?

La Voz del Cine fue mi “universidad” de la radio. Fue mi etapa más experimental, de aprendizaje y en la que tomé los mayores riesgos sin medir las consecuencias. Al fin y al cabo, yo no pensaba que fuera a tener una carrera de radio, estábamos en una emisora de AM en un rincón extremo del dial (1530 kHz), y hacía radio por joder, por divertirme, por mostrar música nueva a mis amigos y por aprender algo nuevo.

Veracruz fue el terreno donde pude aplicar todos los experimentos y aprendizajes de los años anteriores en un nuevo escenario, como lo era la banda del FM.

Y Caracol fue mi ‘Máster Degree’ o MBA de la radio.

 


¿En su momento llegó a sentirse indeciso para dar el salto a la radio capitalina o, todo lo contrario, estaba preparado para emigrar?

Estando en Medellín, nunca quise trabajar en las grandes cadenas. Estaba feliz trabajando en emisoras independientes, donde hay menos recursos, pero las decisiones se toman más rápido. Además, el camino frente a las directivas es mucho más corto. Hay un atajo. No hay burocracia ni una cantidad de gente tratando de meterle las manos al pastel.

Sin embargo, se presentó una serie de circunstancias que me hicieron mirar con buenos ojos el trasladarme a la capital del país.

Primero, veníamos de establecer una relación cercana con Fernando Pava, gerente de 88.9 Súper Estéreo de Bogotá. Yo veía que él se estaba llevando muchos de los conceptos que desarrollamos en Veracruz a su ciudad, y allí lo veían como una gran novedad mientras ignoraban lo que hacíamos en Medellín. Aquí debo reconocer que me dejé llevar por mi ego.

Por otro lado, y aunque yo tenía una participación pequeña como socio en Veracruz, veía que los 2 socios mayoritarios tenían un enfrentamiento muy fuerte, hasta prohibirle el ingreso a las juntas a uno de ellos. Eso me estresaba mucho, porque nos hacía perder el foco.

Además, mi hija mayor estaba en kínder por esa época en un prestigioso colegio bilingüe de Envigado. Por estar cerca de la emisora, yo me volaba del programa de la mañana unos minutos para pasar a recogerla en casa y dejarla en el colegio. Luego regresaba a nuestro programa.

Yo tenía un carro pequeñito, un Fiat 147, y para dejar a mi hija en el colegio tenía que zigzaguear por un laberinto de “narco-Toyotas” y Mercedes Benz de traquetos que, poco a poco, se fueron apoderando de la ciudad, y yo no quería que mi hija creciera en ese ambiente.

Pero la decisión final se dio cuando le pusieron la bomba al edificio Mónaco de Pablo Escobar. Yo vivía relativamente cerca. Yo ya me había levantado para ir a trabajar cuando sentimos ese terrorífico estruendo de la explosión, creyendo que el mundo se nos había venido encima.

De camino para la emisora, alcancé a pasar al lado del edificio. La policía apenas empezaba a acordonar el lugar. Todo era caos y confusión.

Allí fue cuando dije, “me voy”.

Afortunadamente ya lo había hablado con Fernando Pava quien, muy generosamente, me recibió en su emisora en Bogotá.

 


¿Sus antiguos compañeros le recriminaron el haberse ido para Bogotá? ¿Afectó su partida el Modus operandi en Veracruz Estéreo?  

Yo estuve en Veracruz Estéreo hasta 1988. Seguramente se sintieron mal por mi decisión. Llevábamos trabajando juntos desde 1978, aunque con Donnie, mi mejor amigo, lo venía haciendo desde 1975, 13 años atrás.

Fue una decisión muy difícil. Y no lo hice por el dinero. De hecho, y aunque el salario era mejor, vivía más cómodo en Medellín.

Pero, aunque muchos creyeron que la emisora iba a perder audiencia o se iba a ver afectada por mi salida, yo creo que sucedió todo lo contrario: mostró lo mejor de todos mis compañeros que lucharon por salir adelante y lo lograron.

La emisora se solidificó en el primer lugar. Mejoraron el programa de la mañana. Consiguieron nuevos talentos. Incluyeron humoristas de verdad. Empezaron a hacer programas de televisión local y nacional (“La Grúa”, “La Escalera”), y “Despiértese con Veracruz” dejó de parecer un programa gringo y se convirtió en la verdadera voz de los jóvenes de Medellín, “con el lenguaje de la nueva gente”, como prometía el eslogan de la emisora.

De hecho, ellos se convirtieron en mis más grandes rivales en Medellín, y nunca pudimos ganarles con Radioactiva.

 


¿Qué impresión lo marcó profundamente del cambio de hacer radio en Bogotá a como estaba acostumbrado en Medellín?

En Medellín grababa muchos comerciales. Salía en televisión local. Era una celebridad. Era reconocido por la gente. Me saludaban en la calle. Incluso recuerdo cuando un agente de tránsito me detuvo. Yo pensaba que me iba a poner algún comparendo, pero realmente solo quería que le firmara un autógrafo.

Además, todo quedaba cerca. La gente era muy amable. La ciudad, a pesar de sus problemas de narcotráfico que ya comenzaban a afectarla, seguía siendo un excelente vividero.

Cuando llegué a Bogotá, todo cambió. Nadie me conocía. Había mucha gente “famosa”. Yo era un desconocido recién llegado, mal vestido y desconectado del medio. Mi voz era una más entre todas las existentes en la capital.

Si uno no estaba en la televisión, no era nadie. Si uno no estaba en la radio hablada, no era nadie.

El clima me golpeó duro. No me gusta el frío. Y las distancias y el tráfico son imposibles.

Afortunadamente me vi rodeado de gente muy querida, muy acogedora, que me dio todo su cariño y apoyo. Tanto mis jefes, como mis compañeros de trabajo me hicieron sentir como en casa. Eso ayudó muchísimo.

Y la radio, pues llegué a hacer cosas nuevas, y tanto Fernando Pava como Carlos Arturo Gallego me dieron permiso de sacar adelante todas las ideas que traía.

Con lo que nunca pude fue con la locución comercial, que allá siempre ha sido mucho más profesional, especialmente por existir la televisión nacional y los grandes anunciantes, centrales de medios y agencias de publicidad.

A pesar de eso, alcancé a grabar algunos comerciales y fui la voz oficial de Presto durante varios años.

 


Digamos que llegó pisando fuerte cuando le ofrecieron ir a Bogotá para tomar una posición de privilegio que ocupaba Armando Plata Camacho en Radio Activa. ¿Esto lo tomó con calma o sintió que había cogido el cielo con las manos?           

Te digo qué sentí: es lo mismo que cuando uno cambia un carro viejo por uno nuevo.

Yo sabía manejar el carro antiguo a la perfección. Conocía todas sus mañas. El carro nuevo era grande, poderoso, pero sabía que no se le había sacado todo el provecho. Sabía que tenía una serie de cualidades que podían aprovecharse para sacarle el máximo provecho.

Yo solo llegué a hacer lo que sentía que se debía hacer. Llegué a cumplir con una tarea. Nunca miré a las demás emisoras, ni las de Caracol ni las otras musicales de la ciudad.

Claro, solo miraba con respeto y admiración a Súper Estéreo, de donde acababa de llegar y a quienes ahora tenía que vencer. Pero era una misión, no una forma de demostrar que era mejor o más grande que los demás.

 


¿Qué cambios trascendentales comenzó haciendo en Radio Activa?

Primero, acabar con una serie de programas que no le aportaban a la emisora, más bien la desenfocaban. Había 3 o 4 grandes conteos de éxitos diferentes. Además, había programas de rock pesado, de música New Age.

Los disc-jockeys, aunque reconocidos y exitosos, no conectaban con la gente joven, salvo Jorge Marín y Deysa Rayo. Había que rearmar el equipo.

No había un sistema definido de programación. No se usaba un software. Pero lo peor: había demasiada música extraña. Trataban de imponer una cantidad de éxitos españoles que no significaban nada para el público bogotano.

Había que fortalecer las mañanas. Tenían a Hernán Orjuela y Jorge Marín, pero el programa no conectaba con el público, especialmente en un momento cuando la gente estaba descubriendo “El Zoológico de la Mañana” y hacía falta crear un equipo poderoso y conectado con el gusto de los jóvenes para competir de frente contra 88.9 Súper Estéreo.

Ante la renuncia de Orjuela comenzamos a trabajar en un nuevo programa, con Alejandro Villalobos, Guillermo Díaz Salamanca, Juan Manuel Correal “Papuchis” y Gabriel Delascasas.

Creamos in-house un software de programación para la programación musical mientras finalizábamos la compra de Selector, que fue toda una novedad tecnológica en programación musical en Colombia.

Cambiamos el logo, que era bonito pero débil al mostrar la marca y difícil de reconocer, y creamos un ‘vestido’ más enérgico y actual, con efectos de sonido diferentes y voces juveniles que vendían todo lo nuevo que traía la emisora.

Y hubo algo muy importante: comenzar a trabajar, de manera estratégica, en meternos en los colegios y universidades, pues buscábamos un público juvenil y teníamos que hablarles en su propio lenguaje y en los sitios que visitaban.

 

 

"En la radio musical hay que hablar, corto, preciso, pero interesante."

Andrés Murcia, Diego Cejas, Tito López, Luis Carlos Rueda y Juan Carlos Solarte, en los estudios de Blu Radio.

 

 

Usted ha admitido en decir que en sus inicios con la radio juvenil fueron algo lanzados o atrevidos con su lenguaje al aire. ¿Era la mejor manera de conectar con el oyente?

En los inicios, el vicepresidente comercial nos llamó la atención porque alguno de los integrantes del programa de la mañana había mencionado la palabra ‘pecueca’. Eso era considerado algo ‘atrevido’ y salido de tono.

La verdad, y por no tener experiencia en la radio tradicional, la mayoría de quienes trabajábamos en estas emisoras musicales no traíamos el estilo ni las formas tradicionales de hablar en radio.

No teníamos grandes voces ni nos preocupábamos por ello. Realmente solo queríamos conectarnos con la audiencia, emplear el mismo lenguaje que usaban los jóvenes de esa época sin sonar fingidos, ya que el promedio de edad de nuestros disc-jockeys estaba por los 22 o 23 años. Yo era el que dañaba el promedio, al tener 35 cuando comenzamos.

Y aunque ya todos estaban acostumbrados a escuchar gente joven al aire, en 1989 era toda una novedad y, como era de esperarse, eso no les gustaba a los adultos, y mucho menos a los veteranos de la radio.

De alguna manera, el lenguaje sí era atrevido, coloquial, muy informal, con algo de doble sentido, mucha picaresca juvenil, pero sin extremos ni lenguaje soez.

¿Era esta la mejor manera? Claramente, sí. Eso quedó demostrado a los pocos meses, cuando Radioactiva comenzó a crecer en audiencia.

 


Antonio Pardo García referente poderoso e influyente en los cambios trascendentales que ha tenido la radio informativa en Colombia, opina que la radio musical juvenil le ocasionó mucho daño a la radio en Colombia, precisamente por su falta de pudor al aire y por su falta de preparación para informar. Interesante leer su opinión al respecto. ¿Qué piensa?

Seguramente él habla desde su gusto personal, y es válido. Pero si usted le pregunta a un joven si le gusta la radio que se hacía en los años 70 y 80, muy seguramente le va a decir que no.

Es un choque de generaciones. Los gustos van cambiando, el lenguaje, la moda, las actitudes, y la radio no se puede quedar viviendo del pasado.

¿Se ha llegado a extremos? Claramente, pero esto ha ocurrido siempre. Es que no vayan a creer que los locutores y la gente de radio de mediados del siglo pasado eran precisamente unos angelitos caídos del cielo.

De hecho, retaría a cualquiera de esos veteranos a que cuenten todas las noches de excesos, licor, sexo, humo y suciedad que se vivían en las cabinas de radio en los viejos tiempos. Ellos lo llamaban ‘bohemia’, un eufemismo para calificar sus excesos.

 


¿Llegó a conocer a la chica que sus padres le dieron el nombre de 'Sudiyei’, influenciados cuando lo escuchaban a usted decir al aire: 'Su Dj Tito'?

 Esa anécdota es increíble, saber que alguna madre agradecida le puso por nombre ‘Sudiyei’ a su hija al escuchar que en mis turnos yo siempre me identificaba al aire como “Su DJ Tito”.

Infortunadamente no las conocí, ni a ella ni a su madre.

Pero hay otra anécdota parecida: un día un oyente me escribió para contarme que había cambiado su nombre de pila, el que le pusieron sus padres, por el de Oscar Jaime, que es mi nombre real.

De alguna forma, más que enriquecer el ego, lo que eso demuestra es que los hoy llamados ‘influencers’ ya existíamos años atrás.

 


¿Cómo le cambió el panorama a la radio colombiana la irrupción de los formatos musicales juveniles?

Cuando arrancamos con Veracruz Estéreo en Medellín en 1984, las emisoras prácticamente no tenían locución. Solo molían música. Consideraban que poner un locutor era un sacrilegio.

Nosotros rompimos con ese concepto. Y lo hicimos de la manera más transgresora: con lenguaje coloquial del ámbito juvenil. Y eso fue lo que nos disparó al primer lugar. Y luego comenzaron a llegar las demás emisoras a hacer lo mismo. Y eso trascendió al resto del país.

Claro, era algo que tarde o temprano iba a pasar, pero nos tocó a nosotros y eso no nos lo pueden quitar.

Pero, además de tener locutores energéticos, alegres, divertidos, con llamadas al aire, con humor, también llegaron los ‘Morning Shows’, algo que partió en dos la forma de hacer radio en Colombia.

Y gracias a ello, hoy en día las grandes audiencias están en las emisoras musicales, a diferencia de la radio de antes de los 90, cuando las emisoras habladas, las grandes cadenas, eran las que tenían la audiencia.

 


¿A Veracruz Estéreo en Medellín podría considerársele como la pionera en el formato de los Morning Shows en Colombia?

Indudablemente. Hasta 1986, cuando regresé de Nueva York y creé “Despiértese con Veracruz”, nadie había intentado hacer un programa similar en Colombia, y dudo que alguien lo hubiese hecho en Hispanoamérica para entonces.

Las emisoras de AM tenían programas variados, revistas, noticieros e informativos, y ya estaban experimentando con formatos como “6 AM – 9 AM” de Caracol, pero nadie había mezclado hasta entonces música, diversión, participación de los oyentes, bromas e información en una emisora, ni musical ni hablada, y mucho menos a esa hora de la mañana.

 


¿De su época a la actual cómo ve la continuidad que este fenómeno ha tenido en nuestro país?

La radio musical tiene que evolucionar, innovar, crear cosas nuevas. Hoy en día no cabe una emisora que solo transmite música. Para eso están las plataformas de streaming.

En la radio musical hay que hablar, corto, preciso, pero interesante. Contenidos que diviertan, entretengan, informen, que muestren datos desconocidos o que llamen la atención.

Hay que hacer reír a la gente. Hay que darle participación. Hay que escuchar su opinión, sus necesidades, sus alegrías y tristezas. En pocas palabras, la interacción es la clave.

Pero eso no significa hablar por hablar. Tampoco significa que haya que escandalizar a la gente con los contenidos. Cualquier locutor, hoy en día, tiene que saber preparar su turno, lo que va a decir, lo que va a leer, lo que va a comentar, la música que va a presentar.

Sí, se necesita reforzar la interacción con la audiencia, darle participación, pero con mucho cuidado y preproducción para evitar excesos de cháchara. Nada espanta más a la audiencia que un oyente aburrido hablando al aire por una emisora.

Hay que saber combinar lo que se hace en la radio con lo que se hace en las redes y, en particular, con las plataformas de streaming de audio y video. Hay que estar presentes donde la gente está metida, es decir, en sus teléfonos, y hay que adaptar la imagen de marca de las emisoras a las plataformas.

Además, la radio tiene que encontrar la forma de rebajar la carga comercial. Soy consciente de que la situación está complicada y que el dinero cada vez es más difícil de conseguir, pero si seguimos con breaks comerciales de 10 minutos o más, la gente seguirá yéndose a las plataformas de audio, sin comerciales o al menos con muy pocos.

Y, finalmente, la radio musical debe entender que no es Spotify, YouTube ni un pódcast. La radio es la radio, aprovechando esas plataformas para complementar sus contenidos y enganchar a la audiencia, pero sin perder su esencia local, viva, al instante, con gran ubicuidad.

Y lo mejor: ¡gratis!

 


Años atrás, "Viernes" una revista del periódico El Colombiano, utilizó su imagen como portada y la tituló: "Tito, el papá de la radio juvenil".  ¿Se siente cómo tal? ¿Cómo el papá de la radio juvenil?

Para nada. Me encantaría que así fuera, pero antes de mí hubo muchos locutores y programadores muy exitosos que les hablaron a los jóvenes. De hecho, la radio siempre estuvo orientada al público joven, que es el que primero adopta las tecnologías y les saca mayor provecho.

Las canciones de moda fueron impuestas por los jóvenes, no por los adultos. Las tendencias de estilo de vida siempre fueron creadas por los jóvenes, y la radio siempre ha sido un gran vehículo para propagarlas.

Igual que ahora, cuando se hacen aseveraciones como esta de ser “el papá de la radio juvenil” provienen de personas que no conocen la historia, que no la han investigado y que hablan desde su percepción.

Yo creo, más bien, que la irrupción de la banda FM en los años 80 le abrió una nueva ventana a la radio, porque la música sonaba mucho mejor. Este fue un diferenciador importante y una gran oportunidad para darle nueva vida a la radio.

Y yo tuve la fortuna de estar justo en ese momento, por lo que algunos me achacan ese apelativo, pero yo más bien me considero un nieto de la radio juvenil.

 

“Los gustos van cambiando, el lenguaje, la moda, las actitudes, y la radio no se puede quedar viviendo del pasado.”

Tito López, Donnie Miranda, Carlos Alberto Ríos y John Jairo Muñoz. Estudios Radio Disco ZH (1982).

 

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Germán Posada es natural de la ciudad de Medellín (Antioquia). Estudió Locución para Radio y Televisión en el Instituto Metropolitano de Educación (I.M.E). 
  
En Medellín colaboró en el programa Buenos Días Antioquia transmitido por la Cadena Colmundo Radio y participó en la animación y programación del programa Mirador Comunitario a través del Sistema Radial K (Armony Records). Ambos bajo la conducción y dirección del Periodista antioqueño Carlos Ariel Espejo Marín (q.e.p.d). 

 

Desde el 2001 reside en la ciudad de Montreal en donde ha participado en la realización y animación de los programas radiales Escuchando América Latina  (CKUT 90.3 FM), Onda Latina (CFMB 1280 am) y La Cantina (CFMB 1280). 
  

 

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