Mario Gualy Méndez
Por: Mario Gualy Méndez
Soy víctima del conflicto armando en Colombia desde que estaba en el vientre de mi madre. Esta historia es real, cuenta en síntesis la vida de un niño y su familia en medio de la guerra. Soy Mario Gualy Méndez, periodista y ciudadano colombiano refugiado en Canadá. Los invito a leer esta triste y vergonzosa experiencia que sufrí incluso desde que estaba en proceso de gestación en el vientre de mi madre y me convierte en un testigo directo de la violación de los derechos del niño y comunidades enteras en medio de la violencia bélica. Contarla, me fortalece, me ayuda a limpiar energías negativas, pero al mismo tiempo contribuyo en un granito de arena a sensibilizar a los organismos nacionales e internacionales defensores de los derechos del menor como también a los gobiernos de países afectados por la guerra para que adopten medidas efectivas para sacar a los menores de edad de estos escenarios de violencia y crueldad a que son expuestos. Ojalá nunca jamás se violen los derechos de los niños. Es hora de parar, el desprecio por los derechos de los menores de edad en la guerra y en una sociedad es desgarrador y clama una acción rápida de los organismos internacionales responsables de la defensa de la niñez vinculada en conflictos bélicos. Protegerlos es una obligación de los gobiernos y la sociedad. Como les contaba, ésta desafortunada experiencia que sufrí en todas las etapas de la vida comienza incluso desde antes de llegar a este mundo y representa una radiografía por la que muchos niños hoy en día sufren o han experimentado por el camino de la vida en medio de confrontaciones armadas o en situaciones difíciles de pobreza no solamente en mi país de origen si no en países en conflicto armado. Los niños son el futuro, también el presente del mundo. No hay causa que merezca más alta prioridad que la protección y el libre desarrollo del niño en paz. Las normas del Derecho Internacional Humanitario establece claramente que los derechos de los menores en conflictos armados se deben respetar. Han pasado más de 64 años de mi vida y desde de que tuve uso de razón el conflicto armado en Colombia era un camino muy espinoso para la nación porque se estaba convirtiendo en una verdadera amenaza para toda una sociedad honesta, trabajadora y con muchas ganas de contribuir en el crecimiento y prosperidad de mi patria y hacer de ésta un paraíso en donde todos pudiéramos vivir con dignidad, igualdad y gozar de los derechos consagrados en nuestra constitución política del país. Hoy como periodista he decidido romper el silencio, un poco tarde pero no puedo seguir ocultando la verdad, es más, es mi deber y obligación con la sociedad y el mundo, sé que muchos coinciden con migo, otros quizás no, los enemigos políticos y quienes no quieren que el mundo conozca la verdad de lo que ocurre en mi país aumentaran la persecución política en mi contra e intentarán callarme de nuevo, pero esto no me exime de la obligación como comunicador, la verdad debe conocerla la opinión pública así mi vida e integridad esté en peligro. Las redes sociales tuve que eliminarlas porque se prestaban de puente para intimidarme, amenazarme y violar mis derechos ha opinar libremente. Nací en el año 1957 en medio de un ambiente familiar caluroso, mis padres me educaron con valores y buenos principios morales como cimiento para la vida personal y social. Crecí en medio de la pobreza, humildad, donde se caracterizó la honradez, la lealtad y el respeto por el prójimo. Estas bases y valores sin duda alguna me ayudaron a salir bien librado de las garras de los actores en conflicto o de lo contrario hubiera terminado en las filas de los grupos armados ilegales (guerrilla) que predominaban en la región. No tardó mucho tiempo después de mi nacimiento para darme cuenta que había nacido en un mundo lleno de injusticia, violencia, crueldad y donde no había opción que escoger, tenía que afrontar la realidad.
El país avanzaba en medio de disputas políticas, armadas, en una situación de violencia muy alta, en donde los campos y ciudades eran víctimas de confrontaciones armadas entre partidarios de los partidos políticos Liberal y Conservador que, sin haberse declarado una guerra civil, se caracterizó por ser extremadamente violento con asesinatos, agresiones, persecuciones, masacres, destrucción de la propiedad privada y terrorismo por la afiliación política en donde el campesino entre ellos mi grupo familiar en mucho de los casos teníamos que dormir en la noche en el bosque fuera de nuestras viviendas por temor a ser asesinados por estos actores de violencia que actuaban sin compasión. Mi vida se desarrolló en medio de este ambiente de violencia, de guerrilla de la época y de la actual, de militares del Estado que en su afán de combatir a la “chusma” (guerrilla), los teníamos que frecuentar en cualquier momento incluso en horas de la noche en mi propia casa, cuando interrumpían nuestro sueño, llegaban a preguntar si por ahí habían pasado los pájaros o guerrilla de aquella entonces. Eran militares que cumplían con su deber, muchos de ellos fueron muy agresivos con mis padres, los humillaban y hasta los amenazaban hasta llegar a sentir temor por sus vidas.
Esto mismo ocurrió con los guerrilleros, llegaban a cualquier hora a pedir comida o que los dejáramos dormir en casa mientras iban de paso con rumbo desconocido. La escena de una o de la otra parte se repetía una y otra vez, era permanente, había mucho miedo agregan mis padres.
Para mi familia, está situación era una tragedia, sentían temor permanente por la vida de todo el grupo familiar incluido mis abuelos y bisabuelos. Para mi, esto me parecía normal, pues era un niño de 4 años que crecía en ese ambiente lleno de peligro y no comprendía lo que ocurría, tampoco sabía que esto era un espejo por la cual atravesaban otras familias y niños en otro lugares del mundo entre ellos Colombia, desconocía la realidad. Después, con el paso de los años y de vivir innumerables experiencias como las que les estoy contando, comencé a entender que la sociedad en países en guerra incluido mi país ha sido enormemente golpeado por muchos actores armados al margen de la ley, pero también por gobiernos incapaces de dirigir los destinos de una nación o culpa de nosotros mismos que olvidamos que en el corazón de cualquier democracia moderna está la idea de que hay que saber elegir a verdaderos líderes para que ejerzan con responsabilidad, transparencia y que represente los verdaderos intereses de una nación y de una sociedad, porque mientras Colombia continúe con los ratones cuidando el queso, esto será imposible. Aquí cabe una pregunta muy importante y de la cual se ha convertido en la piedra en el zapato para muchos. ¿Realmente necesitamos a los políticos? Me parece a mí que el modelo de política actual debe tener un cambio estructural a nivel mundial, hoy la sociedad mira a la clase política con desconfianza, recordemos que actualmente la política en varios países está asociada con los altos índices de corrupción. No podemos olvidar que muchas naciones atraviesan hoy por situaciones económicas muy difíciles víctimas de gobiernos y políticos deshonestos. Era evidente que las cosas no marchaban muy bien en Colombia, los liberales y conservadores se mataban por el simple hecho de vestir una camisa roja o vestir una camisa azul, así que la violencia venía de mal en peor desde que ocurrió el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en el año 1948 en el poder de Mariano Ospina Pérez, quien era el presidente de Colombia de esa época (1946-1950). Estos hechos violentos y lamentables para el país fueron cruciales para empeorar el conflicto en todo el territorio nacional. Resumiendo y para poner en contesto aquellos hechos de violencia desde los años 1940 a la época; en 1950, llegó al poder, Laureano Gómez del partido político Conservador, quien no pudo terminar su mandato tras tres años de mala gestión, la cual fue derrocado del poder por un golpe militar en su contra el 13 de junio de 1953 en Bogotá. Ante esta situación de violencia entre conservadores y liberales, el país continuó adelante esta vez bajo el mandato del General, Gustavo Rojas Pinilla. Para muchos este fue un gobierno dictador y para otros fue una dictadura tradicional. En estos ir y venir de la política en Colombia, el país ha pasado por cosas buenas que también hay que destacarlas pero marcado por una violencia que cada día que pasa le gana el pulso a quienes están al frente dirigiendo los destinos del país. Colombia se dejó llevar por la corrupción desenfrenada, políticos y funcionarios corruptos ( no todos), malas administraciones tanto en los gobiernos nacional como local etc. Todo esto dio pauta para que la nación haya llegado hasta donde hemos llegado, uno de ellos el conflicto armado que marcó una cifra lamentable de muertos y víctimas. No podemos desconocer que todo conflicto de esta naturaleza trae enormes problemas a la sociedad y consecuencias a la economía de un país. Hoy podría asegurar que poco o nada a cambiado, son más de 60 años de violencia armada y lo peor aún es que no hay camino que nos conduzca a ver la luz del sol.
Hoy las cosas parecen seguir igual o peor, la cruda realidad es esa, desconocerlo sería engañarnos nosotros mismos, cada día que amanece nos sorprende leer, escuchar la radio o ver los noticieros de televisión en donde registran masacres o acciones violentas que comprometen vidas humanas, asesinatos de líderes sociales, la estabilidad del campesino y en general de los Colombianos. Esto se volvió cotidiano en Colombia mientras la sociedad, el estado y gobiernos de turno nos acostumbraron a vivir con estas trágicas noticias y acariciar el peligro como las mansas ovejas en un rebaño. Pareciera que a ninguno le afecta estos hechos.- Pregunto: aprendimos a vivir en medio del peligro o simplemente nos resignamos? Cuando las víctimas del conflicto armado levantan la voz para que alguien los ayude, cuando las víctimas ponen en conocimiento a las autoridades o al gobierno para que les den una mano, es muy poca o nada la ayuda, de ahí los miles de desplazados que abandonan sus propiedades y llegan a las principales ciudades a formar parte de los grupos de miseria, abandono y hambre, otros con mejor suerte logran salir del país por sus propios medios. No hay mejor testimonio que el mío propio, me duele haber dejado a mi país y mi familia por circunstancias ligadas a la descomposición de violencia en Colombia cuando hubiera podido seguir allí aportando al crecimiento de la nación con mi trabajo, seguramente mi labor como periodista hubiera aportado un granito de arena en favor del país, aunque no siempre tuve trabajo y conseguirlo era traspasar un camino muy espinoso. También es muy importante resaltar que han habido muchos gobiernos que han pasado por la casa de Nariño y han intentado trabajar por el futuro de la nación de manera transparente y honesta pero pareciera que no ha sido suficiente. Para continuar con mi relato y como les contaba al inicio de esta historia, reitero que fui víctima del conflicto armado en mi país de origen desde que estaba en el vientre de mi madre, en los años 1956, cuando a ella, a mi padre, mis abuelos teníamos que dormir en una cueva debajo de unas piedras en un potrero o un bosque en medio del peligro, frío, lluvia y todo lo que esto implica para que la “chusma” o guerrilla de aquella entonces no nos quitarán la vida. En esa ocasión mi mamá estaba en estado de embarazo, mientras yo (feto en proceso de desarrollo en el vientre de madre) éramos expuestos a un alto riesgo por los actores en conflicto ilegales que se movían por esa región de Colombia. Los altos índices de violencia predominaba en varias regiones del país y no daban tregua, los campesinos tenían que tomar sus propias medidas de seguridad y resguardarse en el bosque en horas de la noche ante el temor de ser asesinados en sus propias viviendas. Pasaron 4 años después de haber nacido y en plena etapa de crecimiento, en una ocasión como de costumbre llegaron de nuevo los pájaros (guerrilla de la época) a mi casa en la finca Palo Desnudo ( hoy llamada El Moral en el departamento del Huila) jurisdicción del municipio de Tesalia. Era como las 5 de la tarde, los subversivos aparecieron sorpresivamente en el patio de mi casa, mi mamá no estaba en ese instante en casa, yo me encontraba con mis dos hermanitos menores. Recuerdo que me hicieron varias preguntas como, por ejemplo, si por ahí habían pasado los militares entre otras. Pasaron algunos minutos y luego apareció mi madre, los desconocidos de inmediato la abordaron y después de intercambiar una conversación con ella, los subversivos solicitaron que les prepara comida. Nunca les podía faltar la buena comida, era muy exigentes pero muy malos para pagar, su comida preferida era el sancocho de gallina. Días después llegaban militares ( el mismo estado) a ultrajar a mis padres para que les dijeran en dónde estaba la guerrilla que días atrás habían pasado por mi casa extorsionando a mis progenitores, abuelos y bisabuelos y a quien encontraban en el camino.
Yo no comprendía nada en ese momento, pues era un niño de aproximadamente 4 o 5 años, era muy feliz cuando pasaban los Pájaros (guerrilla) por mi casa, me regalaban comida enlatada, igual era muy feliz cuando llegaba el ejército a mi casa en búsqueda de la guerrilla, también me regalaban comida enlatada, y no era para menos mi felicidad, en mi casa solo se consumía yuca y plátano y de vez en cuando una porción de carne o un huevo en la semana.
La visita de la guerrilla y militares del estado era permanente, muy a menudo llegaban a casa y casi siempre pedían alimentos y hospedaje. Esto se había convertido en una situación de alto riesgo, nuestras vidas corrían peligro porque en cualquier momento podría presentarse una confrontación armada entre militares y guerrilla con las consecuencias que esto traería para toda la familia.
Afortunadamente en esa época no existía esa otra fuerza letal e ilegal, aquellos que hoy le llaman paramilitares, (grupo al margen de la ley, (sanguinarios) o si no, hoy no estaría contando la historia. Lo triste de estos episodios es que mi familia tenía que sacrificar las pocas gallinas a petición de los subversivos ( guerrilla) o el ejército (militares del estado) para darles un sancocho de gallina, mientras yo me quedaba sin los huevos para acompañar la yuca o el plátano. En esa entonces, en los años 1961-1962, los denominados Pájaros, (grupo guerrillero) utilizaban al departamento del Huila como corredor o camino para movilizarse hacia el departamento del Cauca y otras regiones de Colombia. Se movían con mucha frecuencia por esta región y muchos de ellos se anidaron en montañas de este departamento. Los “Pájaros” era un grupo guerrillero armado que existió en Colombia en aquella época durante la violencia conformado por campesinos y habitantes de afiliación conservadora que operaban en varias regiones de Colombia, pero sobre todo en la región del Altiplano cundiboyacense. Cuando aparecieron en el Huila, estos grupos armados crearon el terror en las zonas donde se anidaron, era muy frecuente las confrontaciones armadas entre militares y estos grupos guerrilleros. Era muy común encontrárselos uno en el camino, en cualquier lugar, ellos frecuentaban muy a menudo nuestra casa o la casa del vecino cuando iban de paso, obligaban a mis padres a darles comida o dormida, es decir que les dieran hospedaje por una o varias noches, además de exponernos al peligro en caso de que a cualquiera hora llegaran militares del estado. Negarles esta petición era prácticamente una sentencia a muerte, por eso mis padres y demás habitantes de la región aceptaban a sabiendas de que era un alto riesgo para la familia. Pero esta situación no sólo la vivía yo y mi familia en el Huila, era una radiografía real por la que habían pasado o estaban pasando muchos campesinos colombianos a lo largo del conflicto armado en el país, muchos fueron víctimas de estas acciones de violencia de las cuales murieron o perdieron sus tierras por negase albergar guerrilleros en sus predios, otros los recibían pero luego fueron víctimas de militares que sorpresivamente llegaban a las casas en búsqueda de estos grupos armados ilegales al margen de la ley. Recuerdo mucho un caso específico, en una ocasión, días anteriores habían pasado los pájaros por una finca de mis padres, estuvieron allí durante una noche, dos días después de manera sorpresiva llegó un escuadrón del ejército en búsqueda de estos criminales, los militares llegaron arrastrándose entre la maleza de uno de los terrenos de la finca de mi papá porque habían recibido información de que por ahí estaban los pájaros. En medio de este ejercicio táctico de llegar de barriga (en cuatro patas) y camuflarse entre los árboles, uno de los militares botó una granada. No obstante, y ante el riesgo que esto presentaba para quienes habitábamos la finca, los soldados solicitaron a mi padre y a mí, de la cual yo era un niño de aproximadamente 7 años para que le ayudáramos a buscar dicho artefacto explosivo, de la cual accedimos desconociendo el riesgo al que nos exponíamos. Yo me pregunto: ¿no es una violación fragrante al menor? ¿Por qué los militares permitieron de que un niño de 7 años acudiera a la manigua a buscar una granada que fácilmente al tener contacto con el machete que utilicé para buscarla en medio de la maleza hubiera podido explotar? ¿Hasta cuándo los niños en el mundo tendrán que ser sometidos a acciones bárbaras o a otros actos semejantes?. Mi madre cuenta que en varias ocasiones fue ultrajada por militares del estado, fue humillada y en ocasiones dice ella, que sintió temor de perder la vida, fue tal el grado de violencia que utilizaron los militares que sintió mucho miedo por ella y nosotros los niños. Me cuenta mi mamá que los militares llegaban en varias ocasiones a la casa y le sacaban los colchones de dormir al patio, la casa la dejaban en un completo desorden como si huera sido víctima de vientos fuertes o vientos huracanados, la gritaban y le pegaban con el puntapie, mientras que yo y mi otros dos hermanitos llorábamos a todo pulmón, seguramente de miedo de que estos agentes del estado le afueran hacer daño a mi madre. ¿Hasta dónde el mismo Estado se presta para agredir a una madre inocente y sus niños cuando su obligación es protégelos? Esto no tiene ninguna presentación! Esto es tan solo una parte de la historia de lo que sufrí desde el vientre de mi madre, mi paso por la niñez, la adolescencia y después de ser adulto. Reitero, estos episodios sufridos en el largo trayecto de mi vida, tal como los estoy narrando son el reflejo por lo que han pasado y pasan miles de colombianos y personas en el mundo con el agravante de que con el paso de los años surgieron otros grupos criminales como es el caso del M19, paramilitares, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Farc, Ejército de Liberación Nacional ELN, narcotráfico, delincuencia común entre otros.
Mis padres fueron personas ejemplares, trabajadoras y por ende contribuyeron al crecimiento de la economía del país, mi madre aún vive y que a pesar de todas estas vivencias de la violencia, sufrimientos, logró sobre pasar los 80 años, mi padre falleció en 1999, mis hermanos 10 en total aún viven también, pese a las faltas de oportunidad. Ellos, aunque son menores que yo, también puede contar lo que yo olvidé. Mi madre, una octogenaria que a pesar de su edad con su lúcida memoria me recuerda cada vez que hablo con ella como la guerrilla de las ex Farc la sometieron a prácticas que pusieron en riesgo su vida y la de todo el grupo familiar. Fueron hechos que violaron claramente los Derechos Humanos. Los obligaron a que un miembro de la familia ya sea mi madre o mi padre acompañaran a un guerrillero al municipio más cercano a comprar provisiones y alimentos, vestuario entre otros, exponiéndolos a los altos riesgos que esto representa. ¿Se imagina ustedes a mis padres recorriendo las calles del municipio con un guerrillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Farc sin que nadie sospechara?
Esto se convirtió en una práctica permanente, en otra ocasión obligaron a mi padre a que acompañar a una guerrillera de las Farc de nombre Sanly para que la llevara al hospital del municipio para que le practicaran un aborto. Mi padre no tuvo otra opción que obedecer las órdenes del guerrillero, cuenta él que cuando el médico de turno la atendió en su consultorio, ella, Sanly le dijo al médico que el motivo de la consulta era para que le practicara un aborto y que esa era una orden del comandante. Ante esa amenaza, el galeno no tuvo otra opción si no la de practicarle el aborto.
En otra ocasión un comándame de las Farc también obligó a mi padre a que les guardara un dinero en casa, días después los guerrilleros abandonaron el lugar de manera sorpresiva ante el temor de que fueran atacados por los militares. Ocho meses después apareció el comandante en casa de mi padre para que le entregara el dinero que le había dado a guardar.
El abuso de estos grupos guerrilleros en contra del campesino o propietarios de fincas era permanentes, en la propiedad de mi hermana que quedaba a unos 10 minutos a pie de nuestra casa, había llegado otro grupo de guerrilleros de las Farc, permanecieron allí durante algunos días, iban de paso, en su estadía mandaron a guardar a mi hermana una bolsa negra, ella la ubicó debajo de su cama porque no había otro lugar donde guardarla, mi hermana desconocía su contenido al interior de la bolsa, pasaron varios días y luego los guerrilleros huyeron de un momento a otro porque les habían informado que muy cerca venía un grupo de militares, el ejército de Colombia. Los guerrilleros en su afán de huir olvidaron la bolsa negra que le había mandado a guardar a mi hermana. Luego de la huida inesperada del grupo insurgente, mi hermana conmovida por la curiosidad le dio por revisar la bolsa negra para verificar que había al interior con tan desagradable sorpresa que eran granadas, si, granadas, artefactos explosivos, esas misma que utilizan los grupos al margen de la ley o también militares para repeler los a ataques de su enemigo. De inmediato ella, sacó la bolsa y la llevó a la sepa de un árbol y la dejó allí. Después del susto los guerrilleros regresaron por las granadas. Dice mi hermana, imagínense que esas granadas hubieran explotado debajo de mi cama, no estaría contando el cuento, todos hubiéramos muerto incluido varios niños. El otro riesgo es que hubiera llegado el ejército y hubiera descubierto esos artefactos explosivos debajo de mi cama, me hubieran juzgado como terrorista sin tener culpabilidad en el asunto.
Esta situación se convirtió en una bomba de tiempo para mis padres y familia, ellos, intentaron denunciar estos hechos antes las autoridades pero sintieron miedo porque podrían ser objeto de represalias y persecuciones del mismo estado o también de la guerrilla.
1.- Al poner en conocimiento de los autoridades se convertía usted en un "sapo”, y el sapo paga con su vida y todos quienes están a su alrededor.
Quién es un “sapo?.- “Sapo” es todo aquel que se convierte en delator, soplón o traidor.
2.- Abandonar las tierras y salir del país o irnos a otro lugar a engrosar los altos índices de pobreza, miseria y desplazados que hoy existen en el país. Esto representaría perder todas nuestras propiedades.
3.- Presunta persecución del estado como ha ocurrido con otras familias. Muchos han sido acusados por complicidad por permitir el ingreso de grupos armados al margen de la ley a sus viviendas o propiedades sin reconocer que el campesino no es quien los invita, son ellos que llegan y obligan al propietario o al ocupante de la propiedad a darles hospedaje y comida.
Los guerrilleros no piden favores, emiten una orden, contradecirles o responder negativamente equivaldría pagar consecuencias graves que pondría en peligro su vida. Estas prácticas o estrategias no solamente fueron utilizadas por las Farc, también las utilizan otros grupos subversivos como la guerrilla del ELN, Paramilitares, M19, entre otros. En el caso de los guerrilleros de las ex Farc, generalmente ellos no dormían al interior de las viviendas, eran muy desconfiados, dormían en los cafetales, en los bosques aledaños a las viviendas, sentían mucho temor a que fueran sorprendidos por el ejército en cualquier momento. El Huila siempre ha sido cuna de grupos insurgentes, allí nací y pasé parte de mis años de crianza junto a mis padres, abuelos y el resto de familia. Mis padres, mis hermanos y yo, un niño en plena etapa de crecimiento fuimos expuesto a morir en acciones bélicas y otras acciones violentas que traen los conflictos armados. Fui expuesto a un objetivo fácil por criminales.
En una ocasión movido por mi curiosidad de niño, le pregunté a un comandante de la guerrilla, no recuerdo si era alias “Sangre negra” o “el Rayo". ¿Qué es eso? - al referirme a una pistola que él tenía en medio de sus piernas. El desalmado guerrillero me respondió: esto es un arma para matar gallinas y me la pasó, yo tuve miedo de recibirla y luego replicó, “cuando estés grande tú puedes irte con nosotros y yo le regalo una más bonita”. Aunque yo no comprendí el mensaje y con toda razón, pues era tan solo un niño. Los guerrilleros en la clandestinidad nunca se hacen llamar por su nombre de pila dentro del grupo, ellos reemplazan su verdadero nombre por “Alias” o seudónimo, sobrenombre para ocultar su verdadera identidad. Aún en mi memoria persiste una borrosa imagen física de alguno de ellos tales como: alias “el rayo”, “media vida”, “ el tigre”, “sangre negra” entre otros. La guerra armada trae consigo y con él o paso de los años profundos traumas emocionales, psicológicos, trastornos mentales y secuelas que marcan a cualquier ser humano para siempre. La otra etapa de mi vida vinculada a la guerra fue cubrir el conflicto Armando en Colombia como periodista de orden público, una de mis especialidades si se tiene en cuenta que tengo un diplomado otorgado por las Fuerzas Militares de Colombia como Corresponsal Militar o corresponsal de Guerra. Cubrir esta fuente es de mucha responsabilidad y riego, hoy estaba desayunando en casa en Bogotá y al medio día estaba en la manigua, en selvas del Caquetá, Nariño, Vaupés o cualquier otro lugar del país cubriendo un combate entre guerrilla y militares. El periodista de orden público no es solo subirse a un avión, ha un helicóptero Hércules o irse de paseo a la manigua, es mucho más, es exponer su propia vida, ver soldados muertos en guerra, guerrilleros abatidos en campos de combate o personas inocentes abatidas víctimas del fuego cruzado en medio del conflicto, fosas comunes, árboles y campamentos destruidos por artefactos explosivos. Esto también trae un cambio en la vida emocional de una persona que contribuye al deterioro de su salud, me impresionó mucho tener que subirme a un helicóptero de la fuerza colombiana minutos después de haber transportado 40 soldados abatidos en el asalto armado a un escuadrón del ejército por parte de la guerrilla de las Farc en la Quebrada El Billar Caquetá el 1 de marzo del año 1998. Los soldados abatidos en ese combate armado llevaban más de 5 días muertos en el bosque, hasta allí un helicóptero de las fuerzas militares entró y rescató los cuerpos sin vida. Horas después de haber transportados los cadáveres a Florencia Caquetá una ciudad del sur del país, la misma aeronave nos recogió en el mismo lugar en donde habían abatido a los uniformados con tan mala suerte que los periodistas tuvimos que soportar el olor nauseabundo al interior de la aeronave a lo largo del trayecto. Estas cosas duelen mucho, dan ganas de llorar, por mi cabeza se cruzaban pensamientos confusos, interrogantes sin respuestas.
No cabe la menor duda de que todas estas vivencias y experiencias en la vida de una persona trae con el pasar de los años cambios emocionales irreversibles, quizás mi problema de depresión a la que he venido afrontando desde hace unos años atrás son secuelas que dejan estas malas experiencias. Continuando con mi relato y para terminar, les quiero contar también que en mi grupo familiar tengo dos sobrinos que actualmente son militares activos del ejército ( soldados profesionales), hace muchos años están vinculados a la institución, pero también en mi familia hay situaciones adversas, un pariente muy lejano a quien no lo conozco en persona, terminó en las filas de la guerrilla de las ex-Farc, se trata de Francisco Antonio Cadena Collazos ( alias ‘El Cura Camilo’ o ‘Oliverio Medina’). Él era un sacerdote quien se desempeñó muy poco tiempo en el ejercicio sacerdotal en el Huila. Pacho, como también era conocido en la organización ilegal, terminó siendo parte del ala derecha de Tirofijo, Manuel Marulanda Vélez, máximo jefe de esa guerrilla en esa entonces, hizo parte de la columna subversiva Teófilo Forero, fue ideólogo y jefe de presa de Tirofijo.
A Francisco, mi pariente, se convirtió para mí en un propósito, y era el de contactarlo en persona aprovechando mi parentesco con el objetivo de que me ayudara hacer puente con Raúl Reyes, canciller de esa guerrilla como también a otros comandantes de esa organización armada ilegal para hablar de temas actuales del momento, objetivo que nunca logré a pesar de los innumerables contactos que hice en las selvas de Colombia para entrevistarme con el sacerdote guerrillero. Posiblemente este propósito de entrevistar de nuevo a jefes de esa organización delincuencial y los respectivos contactos que hice en las selvas de Colombia para contactar a mi pariente Francisco, me generaron problemas de seguridad ( amenazas) aunque esto no lo pude confirmar de manera independiente. Otro hecho que marcó a mi familia y en particular a mí personalmente fue el asesinato de un primo hermano por parte de un escuadrón del ejército en límites entre Cauca y Huila, al parecer este homicidio fue considerado como un falso positivo dado que al final mi tío demandó al estado y posteriormente su familia recibió una compensación económica, lo que quiere decir que si hubo irregularidades por parte de los militares. Con esta resumida historia personal concluyo mi relato de como un niño y mi familia fuimos sometidos a violaciones deliberadas en conflictos armados. Mi historia representa a los miles de millones de niños menores de 18 años en Colombia y el mundo que han sufrido consecuencias graves y los efectos de un conflicto armado. Reitero, Hoy como periodista he decidido romper el silencio y hacer pública esta desafortunada experiencia con el propósito de impulsar amplias actividades para garantizar que los niños que sufren las consecuencias de los conflictos y guerras armadas reciban la atención y el apoyo que necesitan para crecer y convertirse en adultos productivos que contribuyan a la sociedad. Mario Gualy Méndez Periodista.
(Esta columna es de estricta responsabilidad del autor y no representa la opinión de este portal)
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