Héctor Rincón. Foto Premios Simón Bolivar. (2016).
Supe del periodista antioqueño, Héctor Rincón, cuando auscultando en internet me encontré un soberbio discurso que pronunció para cerrar una entrega de Premios de Periodismo Simón Bolívar. Esa alocución tan especial, me propició de inmediato el deseo de entrevistarlo. El, era, en definitiva, aquel personaje que estaba buscando para aclarar o disipar ciertas incertidumbres que me agobiaban a propósito del momento actual del periodismo en Colombia.
Héctor Rincón es un periodista hecho a pulso. Es de aquellos personajes que uno podría describir sin temor a equivocarse, uno de los últimos mohicanos del periodismo criollo. Desde niño tuvo una trascendental influencia en las labores periodísticas, porque su padre y hermano, ejercían el oficio.
En el periódico El Colombiano dio sus primeros pasos como aprendiz de una fulgurante carrera que comenzó en RCN pero que consolidó en Caracol empresa en la que laboró con Yamid Amat desde el año 1980, siendo director de Noticias de Caracol en Antioquia, participando de la fundación de Radionet y La W. Su protagonismo se hizo notorio en La FM y ejerció como Director Nacional de Noticias Caracol. En total fueron unos veinte años con esta cadena.
La Hoja, fue su obra periodística, tal vez, más exquisita. No sólo por la sociedad que formó con su esposa Ana María Cano, sino por la independencia con la que ejerció un periodismo distinto, de todo su gusto.
Héctor Rincón inició su carrera en una época en la que era inimaginable el protagonismo que ahora ejercen las redes sociales, aquellas que llegaron con vigor y sin clemencia a usurpar espacios dentro del periodismo, que personalidades como él, difícilmente aceptan su presencia y hasta su impertinencia.
Héctor Rincón, se retiró del periodismo cuando consideró que era justo. Ahora la lectura, el cine, la música, los viajes, la cocina y aprender a mezclar bebidas, entre ellas, la ginebra, su preferida, hacen que su vida sea más tranquila, más apaciguada, más serena, pero, sobre todo, más familiar.
Por: Germán Posada
Héctor Rincón: "Antes de comenzar la entrevista quiero decirte que visitando tu página me dio mucha alegría encontrar a Tito López en ella. Tito, es uno de los personajes más entrañables de la radiodifusión colombiana. Un personaje con quién tuve la ocasión de encontrarme cuando éramos un par de adolescentes, él haciendo su radiodifusión musical en la cual tuvo un éxito que todavía se siente y yo comenzando a hacer radio distinta en emisoras de prueba prácticamente. Una radio que posteriormente pude desarrollar en otro nivel. De manera que fue muy gratificante saber de Tito, de quién hacía algunos años no sabía nada de él. Le envío abrazos."
¿Qué simbolizó el 'Repórter Esso' en su vida y en su carrera de periodista?
En mi casa se escuchaban noticias y se leían periódicos con una naturalidad como en otras no. Mi papá y mi hermano eran periodistas. Mi papá trabajaba en El Colombiano y siempre aparecía al mediodía con todos los periódicos que le llegaban de Colombia. El gran boletín radial en la época de mi infancia era El Repórter Esso de Caracol que se emitía a todas las horas pico. A la 1:20 pm o 7:20 pm, presentaban Ultima Hora Caracol.
El Repórter Esso era como el anuncio de que ya era hora de algo, fuera sentarse a almorzar, o de salir de nuevo para el colegio, pero también era hora de poner el oído porque algo podía estar pasando. Cuando no era la hora pico, sino que sonaba El Repórter Esso, era porque algo extraordinario había pasado.
Esto fue en época antes de que llegara Yamid Amat que revolcó todo y volvió la radio un espectáculo informativo como nadie nunca lo ha hecho.
¿Su papá y su hermano Fabio definitivamente son sus mentores?
Si. Yo creo que ellos contribuyeron con el hecho de ponerme la información sobre la mesa y los comentarios sobre la información en las sobremesas. Fué naturalizar en un niño como yo el hecho de hablar de periodismo, revistas, periódicos, titulares, fotografías, etc.
Mi papá era director de unas páginas de El Colombiano, a veces me llevaba a mostrarme como se levantaba las páginas en un linotipo y cómo se organizaba en plomo las páginas que él hacía. Ese era un oficio muy bello porque había que leer al revés y era totalmente artesanal, lleno de romanticismo, de 'señores' que yo consideraba, eran como unos tipos de otra índole y de otra naturaleza. De otro planeta. Porque los linotipos son unas máquinas grandísimas en donde un plomo se va derritiendo y va volviendo letras que se van deslizando sobre la máquina.
Después tuve por fortuna otras ayudas en mi profesión que lograron hacerme enamorar de ella. Mi carrera comenzó cuando me contrataron para que mantuviera en perfecto estado los tres teletipos con servicios de información internacional que venían por télex que eran la France - Press, Associated Press y la Agencia EFE. Durante 24 horas sin parar un momento, transmitían noticias y salían en unos rollos de papel que había que cortar y clasificar en noticias económicas, políticas y de orden público, entre otras y corregirlas porque venían sin tildes y a veces sin comas. Fue mucho lo que en ese momento de mi vida aprendí de todos esos informes que cortaba, corregía y clasificaba.
A propósito del ejercicio de su profesión le escuché esta frase: "Disfruté del oficio en tiempos en los que la verdad importaba." ¿Ahora ya no importa esa verdad?
Yo creo que en los últimos estudios es un tema que ya está muy discutido y estamos envueltos en algo que lamentablemente se volvió verdad y es que la intromisión de las redes sociales en el desarrollo del ejercicio periodístico, la intromisión de la política en las redes sociales, la advertencia de que las redes sociales pueden funcionar a punto de gritos y de mentiras, que se vuelven verdades repitiéndolas, han ensuciado por completo el ejercicio periodístico.
El periodismo, ha sido víctima número uno, en mi opinión, de esa manera en las redes sociales intencionadas de acabar con la verdad. Los medios de comunicación no han podido de manera general, poner una barrera que haga para el público, la distinción entre lo que es verdad y lo que es mentira. Y a eso se han acogido especialmente los políticos malos que han hecho de las redes su trinchera para lanzar improperios, para sembrar los embustes, para crear enemigos, para atacar la decencia y creo que en eso ha salido totalmente perjudicada la verdad y completamente perjudicada la reputación de la mayor parte de los medios periodísticos. Sólo algunos sobreviven en su reputación porque de resto todos se han dejado contaminar, no han podido lograr que su audiencia distinga como la verdad debe ser tenida en cuenta y cuál es la diferencia entre lo que las redes proclaman, gritan y hacen bulla, y lo que el periodismo serio dice como verdad.
¿Qué tanto considera le están aportando de positivo las redes sociales al periodismo?
Muy poco. No creo que todavía pueda hacer una conclusión en qué han favorecido las redes sociales a la transformación social. No creo que uno pueda decir que eso ha erigido a tener una mejor democracia por el hecho de que a la red social tiene derecho cualquiera que quiera. No creo que el hecho de que todo mundo tenga posibilidad de opinar, le ayude a la democracia de la manera en que las redes sociales ofrecen la posibilidad de que todo mundo opine. Me parece que el embuste, la malquerencia, la grosería, la alcantarilla, la sin razón, la siembra de mentiras que han terminado con la reputación de muchas personas, de una comunidad, en un balance entre lo que aparentemente serviría una red social y en lo que definitivamente no sirve, gana lo que no sirve.
Me parece que la internet es muy buena como mecanismo de información para uno explicar y con mucha cautela determinar que puede usar como información correcta. El ciberespacio en general no es malo, pero las redes, especialmente el Twitter se ha convertido o ha sido siempre, lo que el escritor español, Antonio Muñoz Molina, dijo a propósito de la situación política en su país, que la red social es lo que antes se escribía en los retretes.
¿Cómo aprendemos a dudar en el periodismo en plena era de avances tecnológicos?
Hay una definición que a mí me gusta mucho y que tiene que ver con algo inexistente ya. Incluso durante muchos años nos lanzábamos al duelo máscara contra máscara, debatiéndonos la objetividad. De eso ya no se habla. La objetividad no existe y no puede existir en un mundo en donde hay cosas en las cuales cualquier persona está llamada a tener que tomar partido. Las cosas se han vuelto muy complicadas en el mundo y muy difíciles de ejercer una neutralidad.
Dijéramos que el ejercicio de lo que llamábamos años atrás, una subjetividad honesta, es lo que obliga a tener dudas alrededor de lo que a uno le cuenten. De lo que uno investigue y consiga. Creo que, en la duda, en la que uno esté naufragando y se tiene la obligación de contarla, no se puede dar por hecho una cantidad de verdades que se las venden las fuentes de información y que el periodista de ahora o el periodista de siempre, no duda y la difunde como si fuera una verdad sin matices y sin dependes. Yo me aterro, por ejemplo, que todavía hoy, en la radiodifusión colombiana, la principal fuente informativa sea la Policía Nacional.
Todas las mañanas, la radiodifusión colombiana lo único que hace es publicar información surgida de boletines de la Policía, emitidos por algunos de sus miembros. La policía aprovisiona al periodismo a través de fuentes de la eficiencia de sus canales informativos en las redes sociales. Cada periodista tiene en el WhatsApp de la Policía, una información permanente que se la están alimentando. El periodista emite la información que proviene de la policía, sin aclarar ni siquiera: 'Según la Policía'. Dan por hecho que lo que les dijeron es la verdad. Yo creo que ahí se cometen errores recurrentes todos los días en Colombia, equivocaciones de parte de la fuerza pública y de otros sectores del ejercicio de gobernar.
Le escuché en una entrevista con Manuel Gómez Sabogal en Pereira, referirse a Hernán Peláez de que ejercía un periodismo sin creer que él es el poder, que no está por ejercer ningún poder frente al poder establecido, que no hace reverencias y que su lenguaje es exento de meloserías.
¿Ese es quizá uno de los problemas o el peor de los problemas que tiene actualmente el periodismo en Colombia?
Yo creo que sí y voy a referirme al lenguaje. Hernán Peláez tiene un lenguaje periodístico radial de una fluidez extraordinaria. Se hace entender sin tener que repetir una sola palabra. Y mucho menos un concepto. Sabe perfectamente comunicarle al oyente que es lo que quiere para que éste inmediatamente entienda. Tiene el poder de comunicación más fluido, más potente diría yo. Esto es completamente natural en él y creo que ni siquiera él mismo ha hecho un autoanálisis de su gran talento.
Su otra cualidad que no es menos importante es que no le importan los poderes. Hernán no es una persona que se emocione porque llegó a visitarlo a la cabina un personaje importante de la política. Caso contrario de lo que pasaría con cualquier otro periodista en un caso similar, que ante una circunstancia de estas le abriría el espacio para comenzar a hacer una conversación untuosa.
Yo solo encuentro en Colombia, y es primera vez que lo digo, hay dos periodistas importantes que desdeñan, que no les importa el poder que representa un tipo. Ellos son Hernán Peláez y Felipe López Caballero que fue fundador y presidente de Semana, hasta que a esta revista la vendieron para enterrarla como un vespertino.
¿Cómo define su paso en La Luciérnaga en siete años que estuvo allí como parte de su equipo de trabajo?
Yo me divertí mucho en La Luciérnaga al principio. En primer lugar, siempre mi agradecimiento con el Canal Caracol, en donde he sumado los años que estuve haciendo muchas cosas, fueron por lo menos unos veinte.
La Luciérnaga era un periodismo lleno de improvisación y de resonancia. Trabajar allí era similar a tener un empleo público en el sentido del reconocimiento popular. Era verdaderamente notable. Aprendí mucho de Hernán en su manera de conducir y manejar los tiempos, de ir siempre adelante. Él tiene esa virtud de no regresar a lo que ya se dijo.
Después empecé a aburrirme porque estar en La Luciérnaga implicaba tener que comenzar a trabajar desde las cuatro de la mañana para iniciar labores a las cuatro de la tarde. Había que tener una carga de información demasiada grande porque se debía tener los recursos necesarios para responderle a una audiencia que estaba esperando a que lo supieramos todo, así lo que expresáramos de todo ese cúmulo de información, fuera tan sólo un cinco por ciento. Hay que transmitirle al oyente la idea de que sólo estás diciendo un poquito de todo lo que sabes y eso te da ante él, la credibilidad.
En este ejercicio, lo normal es que la gente piense que sólo trabajamos tres horas, la pasámos rico y nos pagan muy bien, pero no saben que detrás de todo eso, hay un trabajo de consecución exhaustivo de detalles informativos que permitan lo que se diga.
¿Qué tanto considera se ha ido perdiendo en el aspecto de la pedagogía que parte desde el periodismo?
Creo que de lo que más está sembrado el periodismo ahora es del facilismo.
Aunque en este momento hay en Colombia por la fuerza de su entereza, de su capacidad y de su deseo de hacer las cosas bien, yo diría que por lo menos 50 pequeñas organizaciones periodísticas, que están haciendo blogs, sitios de internet, oficinas o grupos de investigación periodística, que publican de manera permanente en podcasts y páginas web, que son independientes y que viven del milagro, de la pasión de publicar investigaciones excelentes, valientes y definitivas.
Menciono, por ejemplo, Vorágine, que lo hacen unos muchachos con una voluntad, valentía y rigurosidad enorme. Y así, por lo menos, 50 de estas organizaciones por todo Colombia, florecen por cuenta de unos muchachos que se la juegan a hacer periodismo de verdad, sin respaldo de los medios de comunicación habituales.
Esos muchachos merecen de verdad un reconocimiento que se los está dando una población ávida de que les digan verdades. Están haciendo un periodismo extraordinario y con él, le están haciendo un bien al periodismo y al país.
Usted ha expresado que los medios de comunicación están hechos no sólo para registrar la tragedia sino también para el relato de la belleza. ¿Cómo lograr este relato?
Así es Germán. En un periodo de tiempo logramos hacer con Ana María una colección llamada SAVIA y dimos cuenta de cinco regiones colombianas haciendo unas 32 expediciones botánicas en territorio nacional, para dejar en libros, cual es el patrimonio vegetal del país, escrito en lenguaje periodístico. Es un aporte de nuestra profesión al periodismo científico que logramos hacer porque el Grupo Argos se dió a la tarea de patrocinar esos libros que finalmente terminaron donados, porque para eso se hicieron, a las escuelas públicas en Colombia.
Referente al relato de la belleza que me mencionas, eso lo decía antes y lo mantengo como uno de mis postulados centrales. Esto seguramente viene de alguna entrevista anterior, en donde mencionaba para qué sirven los medios.
Siempre he dicho que los medios tienen que darle también cabida al relato de la belleza y al relato de la normalidad. Porque la tragedia es necesario registrarla, pero es mucho más fácil registrar la tragedia y la anormalidad que hacer interesante el de la belleza y la normalidad. En el desarrollo de ese postulado, nos llegó la posibilidad de hacerlo verdadero con esta colección de libros que es un aporte, repito, al periodismo científico dejando impreso en cinco libros la belleza botánica de Colombia.
Con su esposa Ana María nació La Hoja. La que usted considera 'La flor en mi ojal'. ¿Nos la recuerda?
La Hoja es un orgullo que siempre llevamos adentro, Se acabó hace 10 años y le pusimos punto final porque no dábamos más. Lo dimos todo, como podemos decir en lenguaje futbolístico, dejamos todo en la cancha.
La Hoja fue una publicación de información alternativa. Una información no regida por la actualidad ni por los monotemas predominantes. Tampoco en beneficio de los arquetipos del momento. La Hoja se dedicó durante 16 años en Medellín y 6 en Bogotá, a mostrar los rostros de la ciudad no vista. Una ciudad la construye en silencio una cantidad de personas y de organizaciones que no aparecen en los periódicos porque no causan daño, y si tú no causas daño, generalmente no apareces en los periódicos, ni en los radios periódicos, ni en los noticieros de televisión.
Nosotros nos encargamos de no hacer un periodismo rosa, sino a hacer un periodismo de significados, en donde estaba la ciencia, el arte, donde se construía investigación, cuál era el valor académico y el valor cultural verdadero de esta comunidad. La Hoja tuvo la fortuna de estar viva en el momento en el que Medellín se subió en el Sistema Metro. Nosotros le propusimos al Metro que nos permitiera hacer una publicación semanal que se llamó La Hoja Metro.
Cada ocho días sacábamos un tabloide europeo de 16 páginas cuyo propósito era acompañar a la ciudad y a sus ciudadanos, a entender, disfrutar y acceder a un mecanismo de transporte del primer mundo. Acompañarlos, era contarles que era un Metro. Cada una de las estaciones era contada por nosotros de manera meticulosa con infinidad de detalles que le decía al nuevo ciudadano de Medellín, porque el Metro era un beneficio para que él ejerciera las funciones de ciudadano pleno. Nos planteábamos explicarles que significaba una ciudad con Metro que permite ser un ciudadano de todo un espacio y no ser un ciudadano de un espacio limitado al uso de su trabajo o de su propia casa. También contamos las distintas historias de los sistemas de metros que existen en el mundo y que le permitían al nuevo ciudadano de Medellín, entender el Sistema en el cual se estaba montando.
"El periodismo ha sido víctima número uno, en mi opinión, de esa manera en las redes sociales intencionadas de acabar con la verdad."
Héctor Rincón. Premios Simón Bolivar. (2016)
"Y, sobre todo, me debía volver a tener todo el tiempo del mundo para reírme a carcajadas con Ana María, con Mateo, con Federico y con Luisa, que son mi familia y que son toda la belleza del mundo." ¿Definitivamente rico estar en familia?
Ese fue un compromiso que me puse cuando me retiré del periodismo más activo, más efervescente, y logré tener una jubilación exitosa en el sentido de poder hacerlo más rápido de lo que ordenan las leyes, porque me acogí a un beneplácito que le otorgaban en ese momento al periodismo. Mo objetivo era ese. Encontrar en mis quehaceres domésticos, en mi familia y en la cantidad de actividades intelectuales que por razón de ejercer el periodismo durante 40 años seguidos no había podido dedicar.
La cantidad de actividades al margen de la actualidad y de las noticias que tenía aplazadas, y eso he logrado hacer desde entonces. Hasta ahora estoy muy contento y satisfecho porque también parte del ocio, llamémoslo de esa manera, lo he podido dedicar a cosas muy fértiles, como, por ejemplo, haber hecho una colección de libros sobre la botánica colombiana, tema que mencioné anteriormente.
¿Por qué para usted ser acólito es sinónimo de paraíso?
En una época en la que tenía entre seis y siete años fuí acólito en la parroquia del sector en donde vivía llamada Jesús de la Buena Esperanza en Medellín. Cuando se tienen esos años y para esa época, vivir en Medellín, era estar en el paraíso, como dice la novela de Juan José Hoyos: El Cielo que Perdimos. Ser acólito era estar en la mira de los que tienen la misma edad y lo perciben a uno como una autoridad celestial.
Medellín era sumamente agradable y deliciosa en el clima, por la cantidad de mangas que había, la tranquilidad que se vivía. Era una ciudad mansa, verde, con las montañas descubiertas.
¿Y acaso pensó que quería ser sacerdote en su vida, al estilo de personalidades como Eucario Bermúdez, William Vinasco o Guillermo Díaz Salamanca?
Pero ni de coña (jajaja). No, no, no. Ni siquiera un arrebato místico. Nada.
Simplemente era la posibilidad de mero negocio. Yo ayudaba a dar la misa y tocaba las campanas y por esta función pagaban 17 pesos semanales los domingos. Esto sumado a 10 pesos que mi papá me daba de dominguero, juntaba 27 en total. Prácticamente, yo era el rey en el año de 1960. Con eso iba a matinal, a fútbol con boleta lateral, compraba perros calientes y a veces me quedaba plata hasta regresar a casa.
Al parecer le gusta el tango. ¿Cómo observa este género musical en Medellín en donde tuvo tanto protagonismo, el argentino Leonardo Nieto?
En la ciudad, yo ya no soy concurrente a sus tragos nocturnos, ya estoy más recogido e incluso vivo en las afueras de la ciudad. Ya no participó en los alborozos de sus bares ni de sus cosas. Desde luego Medellín tiene un aire y una melancolía de tango y lo sigue teniendo, a pesar de sus inconvenientes, de que se ha establecido en ella una cierta sensación de barbarie.
A propósito, Leonardo Nieto, fundador del Salón Versalles, hace algunos años falleció. El Salón Versalles que fue un centro de acogida para toda suerte de intelectuales y de inmigrantes y de personas que venían sin un rumbo por Medellín, sigue vigente en Junín. Hace poco estuve allí y siguen vendiendo las empanadas argentinas y se conserva todo aquello que creó Leonardo Nieto. Supongo que en las mesas se sientan unas personas que hoy son jóvenes pero que, dentro de quince o veinte años, estarán dejando lo mismo de aquellas herencias intelectuales que dejaron los muchachos que lo fueron antes, como el Nadaísmo y todos los intelectuales de Medellín, que convergían en este lugar como oficina permanente.
Jugó fútbol con Alejandro Brand. ¿Parece llegó a las grandes ligas?
No tanto en las grandes ligas, pero si tuve el honor de participar en lo que fuera en su momento de llevar una camiseta del colegio, que en mi caso, era la Universidad Bolivariana, que fue durante un largo tiempo un semillero de futbolistas que coincidieron como profesores de materias humanísticas y que ejercieron el deporte con un éxito por lo menos social. Se creó entonces una especie de escuela en la que el más sobresaliente de la época fue Alejandro Brand, que después fue un gran jugador del Millonarios.
De ese grupo, por lo menos una docena de jugadores saltaron al profesionalismo y a las selecciones nacionales. Yo tuve la ocasión de jugar, pero mi vida tomó otro rumbo y simplemente quedé con la sensación de haber tenido la ocasión de ser parte un equipo del Baby futbol.
¿Por qué 'El Graduado' es su película favorita?
Porque fue la primera película que yo vi, permitiéndome la entrada siendo menor de 18 años. En temas de cine el periódico El Colombiano de Medellín, tenía varias secciones que se llamaban Buenas para todo público, Para la familia, Para adultos, y Malas y Prohibidas para todo católico y dentro de estas, estaba El Graduado.
La vi en el Teatro Rivoli de la América. Dustin Hoffman se había ganado el Premio Oscar con la interpretación de Benjamín y me impresionó mucho por bella, por su música, por el drama que incluía, por la señora Robinson, que era bellísima y muy provocadora.
Esta película la seguí viendo permanentemente. La he visto muchas veces y no tengo dudas de seguir pensando de que El Graduado es la película mejor hecha que representa de la manera más bella y musicalmente, un problema muy complejo del enamoramiento de un muchacho que acababa de salir del bachillerato.
Ha mencionado que le gustaría dirigir una película. ¿Qué clase de película le gustaría dirigir?
En estos días hablaba con Ana María al respecto. Nosotros nos hemos vuelto muy de las plataformas actuales y vemos al menos una película al día. Pero vemos muchas series también y analizábamos la importancia de las series en materia de tiempos.
Las series son maravillosas en cuanto a que permiten por sus capítulos de ser más lenta su complejidad y de hacer más lento el cine. Las series compiten en tiempo con una película ya que sus capítulos no exceden una hora. Los directores de las series tienen la posibilidad de extender y ser más complejos explicando una situación o una deriva en cada capítulo. Mientras que si es hecha en una película no llegan los personajes a desarrollar el perfil que desarrollan aquí.
Así que en una nueva versión de mi vida, dirigiría más bien, una serie.
"No es su flexibilidad lo que me admira. Ni su variedad de golpes lo que me sorprende. Me gusta su amistad con el asombro. Su desconcertante improvisación. Carlos Alcaraz es todo eso y más." Así elogió en Twitter, al reciente campeón en Wimbledon. ¿También le apasiona el Tenis?
Yo quiero hacer casi que una aclaración y una confesión por primera vez de manera pública. He sido muy aficionado al futbol siempre desde pequeño y he tenido por ese deporte una pasión y un conocimiento no técnico, sino como aficionado y alguna vez jugué fútbol. Pero en los últimos años largos yo me he pegado una aficionada al tenis que, si yo estoy frente al dilema de ver al mismo tiempo, un partido importante de tenis y de un partido de fútbol de Copa Mundo, muy importante también, tengo que pensarlo, antes no lo hacía.
Me parece que el tenis se ha convertido, para mí, en una especie de altar y de ritual que disfruto inmensamente. El tenis es el deporte de reglas más claras posibles, es el deporte menos dado a la controversia, es un deporte limpio en donde las reglas son tan claras, el esfuerzo es tan visible y el error es tan potente como la victoria, que no hay discusión. El triunfo es simplemente de quién lo obtiene y es claro del por qué lo obtuvo. En el tenis se ve esa claridad en medio de, dijéramos, ciertas tentaciones de contaminar el fútbol con cosas que tienen que ver con la plata, con la tribuna, a la afición que la corrompe de alguna manera.
Van quedando muy pocas actividades deportivas en donde uno puede decir -ahí hay una cosa que hace honor a la salud, a la transparencia y honradez del deporte-, aparte naturalmente de su belleza, de la exigencia que implica el hecho de tener que jugar partidos tan largos por parte de los deportistas.
¿Qué es lo mejor qué ha aprendido a cocinar?
Yo pensé que había aprendido a hacer los mejores chilaquiles del domingo, pero he salido un poco derrotado últimamente porque le perdí un poquito el hilo y me desvié en alguna receta de ellos y no recibí las satisfacciones necesarias para continuar en esa especialización.
Lo que más hacemos Ana María y yo de cocina, es disfrutar de mercar unas pequeñas cosas como por ejemplo, unos langostinos que nos inventamos una receta y por lo cúal, esperamos poder recibir a alguno de nuestros hijos con esa receta mejorada.
De manera que nuestras recetas se rigen según el mercado que hagamos.
¿Finalmente, cuál de estas tres ciudades le gusta más, Nueva York, Londres o Paris?
Últimamente me encanta Madrid y en general España.
Digamos que Estados Unidos en general está sufriendo una crisis extraordinaria y de profundidades enormes con todo lo que ha pasado desde el momento en el que Donald Trump entró a gobernar. Creo que se ha vulgarizado y se ha brutalizado Estados Unidos. Eso duele mucho porque es un país que yo no sé cuántos Premios Nobel tiene, cuantas universidades existan, cuantos Oscar de cinematografía tengan, es un país rico en tecnología y poderoso, pero toda esta ordinariez que ha dejado Trump ha deteriorado todo a su paso incluyendo a Nueva York, ciudad cosmopolita y que por cuenta de la votación demócrata ha sido mucho menos permeada con esa oleada supremacista y de brutalidad. Nuestro hijo mayor vive allí, por eso vamos, pero además por sus museos, sus parques y restaurantes, y la pasamos delicioso.
A Paris le tengo un agradecimiento muy especial porque allí vivimos años atrás, Ana María y yo, y es una ciudad que a ojos cerrados puedo recorrerla.
Pero últimamente tengo la teoría de que el mejor país del mundo para vivir es España. Es una delicia su gastronomía y es una delicia transitar por sus carreteras, ciudades, pueblos y disfrutar sus paisajes. Es un gusto estar en Madrid y en Extremadura, visitar Cáceres y Mérida, pasar por Cantabria y Asturias. España es un país inagotable. Es una caleta arqueológica a cielo abierto. Su Museo Antropológico es una cátedra.
Le cuento que a personajes como Francis Scott Fitzgerald, Luis Buñuel, Ernest Hemingway, Winston Churchill, La Reina Isabel II y hasta el personaje de James Bond, les gustaba la ginebra. ¿Y a usted por qué le gusta tanto la ginebra?
La ginebra es encantadora por el olor, el sabor, el ritual que significa hacerla bien hecha, por la cantidad de especies que hay que reunir para poder hacer una buena ginebra, porque se juntan aromas y sabores de muy diversa índole y de nombres muy bellos.
La ginebra Bombay, por ejemplo, que es un camino muy fácil para enamorarse de ella, trae detrás un empaque en el cúal cuenta una corta historia de que está hecha. Es muy distinguida y se toma muy rico, además de refrescante.
Yo no soy capaz de tomarme una ginebra viva, como lo hacía el periodista español Miguel Ángel Bastenier. Una ginebra mezclada con una buena medida de agua tónica y con un cubo de hielo grande, a la una de la tarde, un sábado en la casa conversando en familia, es muy rico. La ginebra actúa.
¿Qué le ha producido mucho orgullo y qué arrepentimiento?
Yo me equivoqué mucho en el ejercicio de mi oficio, pero tengo la tranquilidad de que nunca me equivoqué deliberadamente. Cometí errores, fui injusto en cosas que escribí o en cosas que informé. Me equivoqué en la escogencia de algunas personas que llevé a puestos que no respondieron. Quizá debí tener un poco más de paciencia en la escogencia de quienes convoqué a una época mía en Caracol Radio. Debí demorarme un poco más en escoger a quienes estuvieron a mi lado especialmente a unos lugartenientes claves en el desarrollo de mi estructura. No me dieron la talla y me di cuenta de que al contrario perjudicaron mi estrategia, pero no fue naturalmente deliberado.
A parte de la familia, haber hecho una sociedad igualitaria, deliberante, inteligente, critica, con mi esposa Ana María Cano. De haber persistido en una sociedad durante más de cuarenta años que llevamos juntos, una sociedad en la polémica, en la discusión, en la unión de puntos distintos, en una conversación incisiva, en unas sobremesas largas, que es en donde nuestros hijos han conseguido un criterio, esto me llena de orgullo porque hemos hecho una relación durante todos estos años que ha sido entretenida y nutritiva porque nos hemos alimentado de esas diferencias y de ahí, desde luego, hemos extraído una comunión de ideas que nos han permitido hacer muchas cosas juntos.
La familia, en general, siempre hay que ponerla de primero. Mi esposa y yo encontramos que es un verdadero milagro saber de los hijos que tenemos y verlos como han crecido y como tienen ante el mundo una mirada y una manera de ser ante la vida. Eso nos encanta en particular y nos llena de amor.
En el periodismo haber hecho siempre cosas distintas. Haber ido un poquito más allá. Haber pensado, propuesto y hecho cosas nuevas.
"...creo que, si Colombia sale airosa de este pantano construido de egos y de irreflexión, si no se le castiga a Colombia con prolongar su calvario, hay un periodismo listo y ávido para contar un país inédito, ojalá sea así, ojalá no se le condene a la sociedad a volver al patíbulo y al periodismo a volver a ser el registro cotidiano de la destrucción y de las lágrimas de viudas y de huérfanos…" ¿Recuerda esta parte de un discurso suyo?
Germán usted está reproduciendo una frase con la que yo cerré un discurso en una entrega de Premios de Periodismo Simón Bolívar en 2016. Esa situación, ese panorama, que estoy pintando ahí, fue el panorama que Colombia tenía en los momentos en que el acuerdo de paz se estaba sellando.
Ya conté que hicimos la colección SAVIA. Durante los siete años para hacer los cinco libros de los que consta la colección, hicimos unas 32 expediciones botánicas por todo el país, pero ni siquiera, por carreteras secundarias. Eran carreteras inventadas por ríos y cañadas, buscando plantas, fotos, contenido de la tierra. Íbamos con fotógrafos, botánicos, periodistas, fueron expediciones de este siglo sin la rigurosidad de las de Mutis. Durante esos años estábamos en plena conversaciones hacia la paz y había desmovilización. En todo este recorrido por todo el país, sólo tuvimos un sólo inconveniente, que llamaríamos de orden público. Estábamos en la búsqueda de una savia y nos encontramos con un personaje oscuro en una población al sur de Cartagena, que claramente pertenecía a algo paramilitar y nos impidió el ingreso a su terruño, porque él era su dueño y nos lo dijo de mala manera.
Recorrimos el andén orinoquense, pasamos por el Rio Magdalena, fuimos abajo hasta el Amazonas, pasamos por el Caquetá, subimos hasta el último lugar de la Guajira en Punta Gallinas, bajamos por todo el Caribe, nos metimos por toda la zona del Chocó biogeográfico, recorrímos el país entero. Ese país es el que yo describo en ese pedazo del discurso, y lo que imploraba ahí era que no volviéramos a tener un país en donde de nuevo el periodismo volviera a poner en funcionamiento y a ocupar las páginas y el tiempo contando el desastre de la violencia.
Termino esta charla con unas líneas de una de sus columnas titulada: 'Los primeros 100 días de… un jubilado', que dice: "…nuestros colegas, que lo siguen siendo, buscan con saco y corbata las noticias que en nada cambiarán nada." ¿Tan opaco e incierto ve el periodismo en nuestro país?
Las que siguen produciéndose, las que siguen privilegiando. Son las noticias que no producen nada. Es decir, son ayudas a la personalidad de alguien. Llevan un interés en una próxima elección. En ayudar a un político o a un empresario.
Es necesario que en Colombia existan redacciones en donde haya libretas de fuentes, arqueólogos, geólogos, matemáticos y periodistas que tengan relación con esas ciencias y con otras muchas. En ese momento, el país puede cambiar si los medios de comunicación incluyen dentro de sus memos a otras disciplinas y a otros protagonistas. Sistemáticamente para algunos, el periodismo está hecho para sólo registrar la normalidad, es decir, la catástrofe, o sea la anormalidad.
Hay que enfocarse en el país que piensa, que trabaja. Sigo sosteniendo, que el periodismo esta hecho también para hacer atractiva la normalidad, contar la catástrofe es fácil, porque ya está contada.
Muchas gracias.
Muchas gracias, me alegra y me entusiasma haber tenido esta conversación, porque me destapó por allá, un poco de confianzas y de fe que tengo en muchas de las cosas que he hecho y asumido en el curso de toda mi vida profesional, y en mi época reciente como periodista aún activo, sin tener participación en las cosas de la actualidad.
"Yo me equivoqué mucho en el ejercicio de mi oficio, pero tengo la tranquilidad de que nunca me equivoqué deliberadamente."
Héctor Rincón. Toscana. Italia.
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