Gustavo Alvarez Gardeazábal.
Hay entrevistas que uno se da a la idea de que son inalcanzables y otras que resultan sorpresivamente imposibles sin uno imaginárselo, y como estas últimas, me ha sucedido en algunas ocasiones. Entrevistar al célebre escritor y eminente hombre de medios, Gustavo Álvarez Gardeazábal, siempre lo creí inalcanzable y el poder haberlo logrado me dejó esa leve sensación de que uno simplemente se equivoca con el que menos piensa.
Normalmente en este espacio de la presentación viene ese vendaval de datos del invitado en mención, pero en este caso al igual que otros personajes su nombre habla por sí sólo, así que no voy a detenerme en intentos de biógrafo ni a recurrir a datos “wikipedikos”. Esa tarea estoy seguro, la harán otros mucho mejor que yo.
Y es que describir ese arsenal de creatividad e imaginación literaria, sumado al caudal de información periodística que Gustavo Álvarez Gardeazábal ha desplegado a lo largo de su vida, sería algo casi quijotesco y digo casi, porque considero que tampoco es irrealizable. Su obra está hecha, es sólida y próspera. Eso sí, no sé si completa, porque parece nunca tener fin.
Aunque una gran mayoría siga considerando, quizás erróneamente, que su aclamada novela, “Cóndores no entierran todos los días” es su máxima inspiración, su creador insiste en que no, pero no duda en concluir que de esas páginas en particular, se resume el libro de su vida.
Apasionado y agudo en sus opiniones, algunas breves, otras un poco más extensas, Gustavo Álvarez Gardeázabal se dignó muy cortésmente a responder mis preguntas que sin pasar de largo el artilugio de la política, buscaban también acercarse a aquel hombre que en el fondo sigue conservado ese niño que un día fue.
Por: Germán Posada
Usted es el único escritor colombiano en la actualidad que está vivo después de haber escrito una novela hace cincuenta años y nada más y nada menos que la fabulosa “Cóndores no entierran todos los días”. ¿Cómo se siente por este privilegio?
G.A.G.: A veces confundo privilegio con responsabilidad. Ha sido difícil poder llegar a este momento de mi vida literaria reconocido al final de mi existencia, sobre todo pese al garrote que me han dado y pretenden seguirme dando por mis éxitos o mis recias posiciones anticonformistas.
Su novela fue llevada a la televisión hace más de tres décadas, ha sido remasterizada y se ha podido ver en la plataforma de Netflix, se está leyendo en toda Colombia una nueva edición de su libro, fue exhibida en Nueva York y Paris. ¿A usted se le pasó en sus pensamientos que esta novela tendría tanto éxito?
G.A.G.: Lo corrijo, si me permite. CÓNDORES NO ENTIERRAN TODOS LOS DIAS, fue llevada al cine por Pacho Norden hace 37 años. Ahora la ofrecen en la parrilla de Prime TV de Amazon y ha sido recibida y aplaudida como una novedad. A la televisión me llevaron, en su momento, EL BAZAR DE LOS IDIOTAS con Martha Bossio y EL DIVINO con Kepa Amuchástegui.
Ni más faltaba Maestro, muy agradecido por su corrección. Precisamente casi a finales de los ochentas fue toda una sensación en Colombia ver su novela EL DIVINO en donde el personaje Eurípides se constituyó en el primer personaje abiertamente homosexual que veíamos en nuestra televisión y hace unos dos años Telepacífico volvió a presentarla. Inteligentemente en sus libretos usted nos mostró con mucho humor a un personaje que para la época en Colombia era impensable ver en televisión.
¿Cuál fue su propósito inicial con su novela que prácticamente se constituyó en el puente para mostrarle a Colombia que los homosexuales también son parte integrante y activa de nuestra sociedad?
G.A.G.: Eso, precisamente, y lo logré....
Maestro cosa especial que “Cóndores no entierran todos los días” tan famosa y no haya sido traducida a otro idioma. ¿Qué explicación tiene esto?
G.A.G.: Tal vez parece que a más de ser muy difícil lingüísticamente hacerlo, se han unido circunstancias inverosímiles. Casi todos los traductores de mis novelas se han muerto en los días en que realizan su trabajo o cuando pretenden concretar editorialmente su cometido.
“El Papagayo tocaba el violín” será una autobiografía suya. ¿Por qué ese título? ¿Podemos tener una idea cuando la podremos leer?
G.A.G.: Esa novela es la versión novelada de dos familias, una antioqueña y otra vallecaucana que a finales del siglo 19 y comienzos del 20 terminan uniéndose. No es una autobiografía, lo que pasa es que el narrador tiene el don de gozar de memoria desde el mismo momento en que nace y, como tal, se confunde con el autor. No sé cuándo será publicada. La crisis de lecturabilidad que sufre el mundo después de esta pandemia ha trastornado el mercado editorial.
Todos los que lo admiramos estamos pendientes de lo que escribe pero usted insiste en que escribía mejor décadas atrás. ¿Por qué lo considera así?
G.A.G.: Porque mientras más viejo uno se vuelve más exigente consigo mismo, pero en especial porque el paso de los años le mejora al escritor y su estilo, pero le hace olvidar la genialidad, que la tuve cuando escribí CÖNDORES.
Orgulloso de ser vallecaucano, escribir solo sobre su tierra, y pensar que su país vallecaucano todavía existe. ¿Qué significa para usted ser vallecaucano?
G.A.G.: Eso no se lo puede decir a la oligarquía vallecaucana, es como tirarle baldados de agua fría. Han tratado siempre de borrarme de su memoria y quizás de hasta de su existencia. Pero sin salir del Valle y por encima de tantos obstáculos que me han puesto, no les va a quedar más remedio a sus nietos que reconocer mi sitio en la literatura colombiana.
En su opinión Colombia atraviesa un periodo sin gobierno, sin mando, que no prevé lo que puede suceder. ¿Cómo es que no nos hemos ahogado?
G.A.G.: Porque en Colombia puede pasar de todo que al final no pasa nada.
Hablar de la Pandemia sería largo y tendido, mejor dicho “Mucha Tinta”. ¿Para usted con su capacidad de intelectual cómo describiría este hecho, esta circunstancia que le ha ocurrido la humanidad?
G.A.G.: De vez en cuando la humanidad ha quedado desnuda frente a su evolución. Esta pandemia nos descubrió a todos, en mayor o menor grado quienes somos verdaderamente y cuán frágiles sobrevivimos.
El ex presidente Álvaro Uribe Vélez siempre será tema de opinión en Colombia. Para unos un héroe, para otros lo peor que ha tenido el país. ¿Para usted que en su momento escribió una crónica titulada “Uribe ya no controla ni la yegua” quién considera ha sido Álvaro Uribe Vélez en la vida de los colombianos?
G.A.G.: Álvaro Uribe le dio al país la medicina que se necesitaba en su momento, pero le quedó gustando el ejercicio del poder y se olvidó que él envilece a quien lo ejerce y coloca a sus gobernados en el límite de la ingratitud y la desmemoria.
Digamos que de manera racional primero arreglamos los problemas en casa para luego tratar de remediar los de afuera. Emigrar o inmigrar con el acoso de la pobreza y el miedo es muy duro. En el caso de los miles de ciudadanos afganos que llegaran de paso a Colombia mientras se establecen en USA, porque se supone es el caso ¿Cómo analiza la posición del presidente Iván Duque de haber aceptado esta proposición?
G.A.G.: El presidente Duque es el administrador de una finca llamada Colombia, que es propiedad de los gringos. Ellos manejan o financian todo lo que aquí se hace. Han financiado por años a la Policía y la Fiscalía, a las cortes al Ejercito, financiar a 4 mil afganos para que los tengan uno o dos años en Colombia es de lógica no humanitaria, sino de obediencia para quien sabe que es el mayordomo de la finca.
“Mi novela, lo ha demostrado, es superior a Gustavo Álvarez Gardeazábal, su creador.”
Gustavo Alvarez Gardeazábal. Foto Semana por Juan Carlos Sierra.
Usted es un digno ejemplo a seguir en haber sido directo y franco desde siempre con su orientación sexual, este es un tema que sigue siendo tabú en muchas partes del mundo y en Colombia no es la excepción. ¿Cómo percibe los cambios y transformaciones que se están viviendo referentes a este tema en la sociedad actual?
G.A.G.: Ha cambiado mucho el sistema de apreciación frente al homosexualismo en los últimos 50 años, pero el silencio continúa ofreciéndose como instrumento de la derrota. Fíjese no más que una novela mía de hace 4 años, LA MISA HA TERMINADO, que fue un éxito en ventas (logró un poco más de 25 mil ejemplares vendidos en Colombia) no sobrepasó las fronteras nacionales ni por su tema homosexual ni por la frescura de la relación sexo-iglesia que se ha venido pregonando durante estos mismos años.
¿Qué considera es lo bueno, lo malo y lo feo del Imperio norteamericano?
G.A.G.: Los imperios siempre serán imperios, con virtudes y defectos, pero no hay duda que a todo imperio le llega su declive, pregúnteles a los ingleses.
Su despedida o “echada” más bien como usted lo dice del legendario programa -La Luciérnaga- sorprendió enormemente a la opinión pública en Colombia. Muy directo en sus opiniones usted ha ejercido un excelente periodismo con amplia neutralidad. ¿Esa neutralidad que es regla en el periodismo fue acaso su talón de Aquiles para no haber sido tenido más en cuenta en este programa?
G.A.G.: Obviamente que sí. La objetividad no es una herramienta en el periodismo colombiano y como ello obliga a no ser objeto vendible al mejor postor en el mercado, uno termina siendo la piedra del zapato.
El Doctor Hernán Peláez y usted salieron prácticamente al mismo tiempo de La Luciérnaga. ¿Cómo describe ese camino que juntos recorrieron y que con el paso del tiempo los llevó a ser reconocidos y respetados por una audiencia con bastante fidelidad?
G.A.G.: Con las mismas herramientas que hoy recomiendo para combatir la batalla por defender el libre albedrío que los algoritmos nos están arrebatando a zarpazos, hicimos La Luciérnaga. Demostramos Peláez y yo, y quedamos en la memoria de los colombianos, que la metáfora, la sorna, el gracejo, el sarcasmo la ironía y el humor son parte íntima de un país como el nuestro. Todas esas formas literarias son un patrimonio que está allí para que quienes no se quieran someter a la dictadura y la censura de los algoritmos que ofrecen los nuevos dueños del orden mundial, las usen y no dejen avanzar la bestia apocalíptica.
Hablar de su niñez no es grato o importante para usted, cosa que es muy respetable pero en cambio considera que es más importante hablar desde ese instante o proceso en el que comenzó a gestarse la madurez. ¿En su caso cuando comenzó su proceso de madurez?
G.A.G.: Uno nunca madura ni siquiera cuando se llega a los 76 años como yo. En el fondo siempre tenemos algo del niño aventurero, soñador e irresponsable que fuimos.
Usted se describe como un “viejo gocetas” pero responsable y disciplinado. ¿A sus 76 años se ha gozado la vida a plenitud?
G.A.G.: Y me la sigo gozando, con responsabilidad y disciplina y con una experiencia tan amplia que hasta risa me da cuando tratan de ponerle palos a la modesta carreta en que me estoy yendo de este mundo para medirme la reacción.
Estaría encantado de estar viviendo en Pasto. ¿Por qué le tiene tanto afecto a esta región de Colombia?
G.A.G.: Porque fue el momento más feliz de mí larga vida.
Haber sido gobernador del Valle no fue una grata experiencia. ¿Definitivamente los artistas como usted más bien en su arte?
G.A.G.: Noooo….goberné con imaginación. Fui un gran alcalde en Tuluá y hasta me reeligieron. Quise ser un gobernador igual pero no medí el pánico que desaté con mis metáforas entre los contratistas y los oligarcas verdaderos dueños del poder. Cuando llegue con mi estatua del Flautista de Hamelin el primer día que entré a la gobernación, me decretaron la pena de muerte política. Se estuvieron un año volviendo delito la compraventa de una estatuilla y aunque esa venta la hice en 1992, 7 años antes de ser gobernador, me llevaron a La Corte Suprema como si el delito lo hubiese cometido siendo gobernador y tuviera fuero. Era tan evidente el carácter político y el objetivo de atajar mi carrera al futuro que yo me abstuve de asistir al juicio que me hicieron y redimí la pena con la misma dignidad.
¿En Colombia el que no es tramposo o ventajoso está jodido?
G.A.G.: Hay muchos que gozamos siendo honestos, lo que pasa es que en Colombia NO se puede gobernar sin robar.
Muchos coinciden en que usted es como un brujo. ¿Si tuviera el poder mágico de transformar el mundo para un mejor vivir en sociedad cómo o que haría?
G.A.G.: El problema universal es la redistribución del capital que se produce, cualquiera sea su origen. Algún día el mundo encontrara una forma práctica y creíble de hacer esa repartición con equidad pero sobre todo con imaginación.
Se aproximan elecciones presidenciales. ¿Cree qué Colombia está en el nivel que necesita para los candidatos que pretenden gobernar el país?
G.A.G.: Estas elecciones tienen más pinta de carnaval que de proceso electoral. Hay de todo como en las boticas viejas.
Usted quiere que “Cóndores no entierran todos los días” sea su epitafio. ¿Por qué?
G.A.G.: Porque eso me siento, esa frase resume mi vida y es lo que pasará a la historia. Mi novela, lo ha demostrado, es superior a Gustavo Álvarez Gardeazábal, su creador.
“En el fondo siempre tenemos algo del niño aventurero, soñador e irresponsable que fuimos.”
Gustavo Alvarez Gardeazábal. Foto El Tiempo,
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